Los
términos “nacer de nuevo” o “ser regenerado” son relativamente familiares para
muchas personas y se asocian con la experiencia de una persona al convertirse
en cristiano. Sin embargo, ¿qué significan en realidad estos dos términos? ¿Por
qué la Biblia habla de nacer de nuevo?
En esta
entrada prestaremos atención al significado y la importancia de “nacer de
nuevo”. ¿Acaso quiere decir simplemente que tengamos un nuevo comienzo o un
nuevo principio? ¿Acaso tiene que ver con cumplir con una promesa para lograr
ser mejores y llevar una vida moral de ahora en adelante, y hacer el bien en
vez del mal? ¿Qué sucede si alguien es una persona buena, recta y moral? ¿Acaso
es necesario que esa persona nazca de nuevo?
Nicodemo
y el Señor Jesús
El Evangelio de Juan nos habla de Nicodemo, un
varón moral quien tenía una posición elevada en la religión y en la sociedad.
Él acudió a Jesús en privado y le dijo: “Rabí, sabemos que has venido de Dios
como maestro”. Las palabras que Nicodemo expresó muestran que él iba en pos de
las enseñanzas del Señor.
Es
probable que Nicodemo esperaba que el Señor Jesús le enseñara a mejorar su
conducta, o cómo ser un mejor fariseo. No obstante, el Señor no le dio
enseñanzas. Antes de que Nicodemo le preguntara cualquier cosa, Jesús le dijo: “De
cierto, de cierto te digo: Él que no nace de nuevo, no puede ver el reino de
Dios”. (Jn. 3:3)
Desconcertado
ante tal declaración, Nicodemo le preguntó: “¿Cómo puede un hombre nacer siendo
viejo? ¿Puede acaso entrar por segunda vez en el vientre de su madre, y nacer?”
(Jn. 3:4).
El Señor
le explicó: “De cierto, de cierto te digo: El que no nace de agua y del
Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios. Lo que es nacido de la carne,
carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es”. (Jn. 3:5-6)
Nicodemo
no necesitaba mejores enseñanzas. Lo que él necesitaba era nacer del Espíritu.
Él necesitaba otra vida además de su vida humana. Es por esto que el Señor le
dijo que tenía que “nacer de nuevo”.
Nuestra necesidad de obtener otra vida: la vida
divina de Dios
El Señor
le dijo a Nicodemo que a fin de ver y entrar en el reino de Dios, le era
necesario nacer de nuevo. ¿Qué quiso decir el Señor aquí?
En el
mundo natural, un reino en particular consiste de un cierto tipo de vida. Por
ejemplo, el reino vegetal se compone de organismos que contienen la vida
vegetal. De igual manera que la vida vegetal se compone de la vida vegetal y el
reino animal se compone de la vida animal, asimismo, el reino humano se compone
de la vida humana.
La única
manera de participar de un reino en particular es poseer la vida de ese reino.
Una rosa no puede participar del reino animal porque no tiene la vida animal.
De igual manera, un mono no puede participar del reino humano porque no tiene
la vida humana. Aún si el mono es un mono excelente, puede caminar con dos
patas y vestirse y comportarse como un humano, aún así no forma parte del reino
humano. Sencillamente, no tiene la vida humana.
De igual
forma, intentar parecernos a Dios o comportarnos como Él, no nos hace parte del
reino de Dios. Lo más que puede hacer nuestro excelente comportamiento es ser
un buen ejemplo del reino humano.
La única
forma de entrar en el reino de Dios es por medio de tener la vida divina de
Dios. Y la única manera de tener la vida divina de Dios es por medio de creer
en Cristo y nacer de nuevo.
El nacimiento es nuestra entrada
Por medio
de nuestro nacimiento físico, recibimos la vida humana y los genes de nuestros
padres y entramos en el reino humano. De la misma manera, por medio de nuestro
nacimiento espiritual, recibimos los “genes” de Dios, es decir, recibimos Su
vida y naturaleza, y entramos en el reino de Dios.
Externamente,
Nicodemo no tenía ningún problema moral o pecaminoso. Sin embargo, el Señor le
mostró que le hacía falta una cosa bien crucial. Igual que Nicodemo, no
importa cuán nobles, buenos o rectos seamos en nuestra vida humana, no poseemos
la vida divina. Es necesario nacer de nuevo con la vida divina de Dios.
¿Qué sucede una vez nacemos de nuevo?
Nacer de
nuevo, o ser regenerado, sencillamente significa nacer de Dios con la vida de
Dios. En 1 Pedro 1:3 dice: “Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor
Jesucristo, que según Su grande misericordia nos ha regenerado para una
esperanza viva, mediante la resurrección de Jesucristo de entre los muertos”.
“La
regeneración, como la redención y la justificación, es un aspecto de la plena
salvación de Dios. La redención y la justificación resuelven el problema que
tenemos con Dios y nos reconcilian con Él; la regeneración nos vivifica con la
vida de Dios, llevándonos a una relación de vida, una unión orgánica, con
Dios”.
Cuando somos salvos, o
regenerados, al creer en Cristo, recibimos a Dios mismo como nuestra vida en
nuestro espíritu humano. Nuestro
espíritu humano nace del Espíritu divino. De esta manera, volver a nacer de
nuevo es recibir otra vida aparte de la vida humana, la cual recibimos por
medio de nuestro nacimiento natural. Esta otra vida es la vida divina de Dios.
¿Cómo puede alguien nacer de nuevo?
Nacer de
nuevo es muy sencillo; no requiere empezar un nuevo capítulo en nuestra vida,
sino arrepentirse, es decir, volver nuestro corazón al Señor Jesucristo y creer
en todo lo que Él ha hecho por nosotros. Podemos hacer esto al orar de forma
genuina, honesta y sencilla de esta manera: “Señor Jesús, te necesito. Creo en
Ti. Te recibo ahora mismo como mi vida”.
Si usted
ha orado de tal manera al Señor, usted ha nacido de nuevo y tiene a Cristo en
usted como su nueva vida. ¡Ha nacido en el reino de Dios!
La simiente incorruptible: la palabra de Dios, la
cual vive y permanece para siempre
En 1
Pedro 1:23 dice esto respecto a nacer de nuevo: “Habiendo sido regenerados, no
de simiente corruptible, sino de incorruptible, por la palabra de Dios, la cual
vive y permanece para siempre”.
La
simiente contiene vida. La palabra de Dios como simiente incorruptible contiene
la vida de Dios. Por tanto, es viva y permanente. Nosotros fuimos regenerados
por medio de esta palabra. La palabra de vida de Dios, la cual es viva y
permanente, trasmite la vida de Dios a nuestro espíritu para que seamos
regenerados.
Cuando
escuchamos a alguien que nos habló la Palabra de Dios y creímos, nacimos de la
vida que nos fue transmitida. ¡Alabado sea el Señor! Esto nos debe animar a
hablar a otros la palabra de Dios, la cual es viva. Cuando hablamos Su palabra,
ésta les transmite vida a otros para que sean regenerados.
¿Qué debemos hacer una vez hayamos nacido de nuevo?
Del mismo
modo que con nuestro nacimiento físico, una vez que hayamos nacido de nuevo por
medio de la vida divina, este nacimiento es irreversible. No debemos
preocuparnos o tener temor de que perderemos la vida divina que recibimos
cuando fuimos regenerados. Sencillamente necesitamos salir adelante al crecer
en Su vida diariamente.
Al nacer,
un bebé necesita principalmente respirar y comer. Un bebé recién nacido no
necesita enseñanzas o libros de texto; necesita aire y ser nutrido. Estos
aspectos de la vida hacen que el niño crezca de forma espontánea sin tener que
esforzarse. El bebé sencillamente respira, se alimenta y crece.
Lo mismo
sucede con nuestro nacimiento espiritual. Después de haber nacido de nuevo,
necesitamos alimentar esta nueva vida en nuestro espíritu a fin de que crezca.
Podemos respirar por medio de orar, beber por medio de invocar el nombre del Señor
y ser nutridos por medio de pasar tiempo en la Palabra de Dios
y comenzar nuestro día con el Señor.
Cuando nos ocupamos de nuestra respiración espiritual, bebida y comida, la vida
divina en nuestro ser crecerá y expresaremos más y más a Dios
en cada detalle de nuestra vida diaria. Te invitamos a leer también: elconocimientodelavidaverdadera.blogspot.com
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