domingo, 15 de marzo de 2015

La transformación y su significado en la Biblia.


¿Sabía usted que la Biblia habla acerca de algo conocido como transformación? Estos dos versículos del Nuevo Testamento nos lo muestran:
2 Corintios 3:18: Mas, nosotros todos, a cara descubierta mirando y reflejando como un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Señor Espíritu.
Romanos 12:2: No os amoldéis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestra mente, para que comprobéis cuál sea la voluntad de Dios: lo bueno, lo agradable y lo perfecto.
Así que ¿qué significa ser transformados para nosotros los creyentes? y ¿cómo podemos experimentar la transformación en nuestra vida cristiana?
La definición de la palabra transformación
Según el Diccionario de uso del español de María Moliner, la palabra “transformación” significa “Dar otra forma o aspecto a algo o alguien”. Esto nos proporciona una definición básica de la definición de la transformación como un tipo de cambio.
Sin embargo, para nosotros como cristianos, ¿qué significa la transformación? ¿Significa que nuestro comportamiento se reforma, o se mejora para ser un poco más igual a Cristo o que vivimos practicando una serie de normas y regulaciones? Cuando prestamos atención atentamente a los versículos que se mencionan anteriormente, encontramos que en la Biblia, la transformación realmente significa algo totalmente diferente a todas estas cosas.
En el griego original del Nuevo Testamento, la palabra usada para la transformación es metamorfosis. Según el Diccionario de la RAE, la definición para metamorfosis es “un cambio que experimentan muchos animales durante su desarrollo y que se manifiesta no solo en la variación de forma, sino también en las funciones y en el género de vida”.
Aunque un cambio en apariencia o forma toma lugar, el cambio proviene de la vida del organismo. Una oruga nace de la vida que le causa que llegue a ser una mariposa. No se pone un disfraz de mariposa para actuar como una mariposa. Mientras se alimente, su metabolismo ingiere los nutrientes que consume, los asimila en la oruga y la lleva a crecer para que finalmente la oruga cambie y se convierta en una verdadera mariposa.
Una oruga que se convierte en una mariposa es un cuadro excelente de lo que la Biblia habla acerca de la transformación de los creyentes a la imagen de Cristo.
La transformación que ocurre en nuestra vida cristiana
Cuando oramos para recibir a Cristo como nuestro Salvador, fuimos regenerados o nacidos de nuevo con la vida de Dios para llegar a ser los hijos de Dios. Nacimos de nuevo con la vida divina de Dios en nosotros y esta vida nos transforma a la imagen de Cristo.
Pero al igual que la oruga, es necesario permanecer en el proceso de transformación por medio de comer. En Juan 6:35, Jesús dijo: “Yo soy el pan de vida; el que a Mí viene, nunca tendrá hambre; y el que *en Mí cree, no tendrá sed jamás”. El Señor desea que le tomemos a Él como nuestra comida espiritual. Si queremos crecer y cambiar, es necesario que le comamos a Él todos los días.
Algunas orugas comen solamente un tipo de hoja durante toda su vida. Asimismo, como creyentes, también fuimos hechos para comer un solo tipo de comida espiritual durante toda nuestra vida: Cristo. Cuando le comemos y bebemos, somos suministrados por Su vida para nuestra vida cristiana y crecemos con esa vida. Mientras crecemos, estamos en el proceso mencionado en 2 Corintios 3:18, siendo transformados de un grado de gloria a otro, poco a poco, a la imagen de Cristo.
Al tomar a Cristo como nuestro alimento, más de Su elemento se añade a nosotros y más lo asimilamos. Experimentamos una transformación que no es meramente un cambio externo, sino uno que procede de nuestra nutrición espiritual y de la vida de Dios que opera en nosotros.
El concepto erróneo de la transformación
La transformación no tiene nada que ver con un cambio que surge de hacer el bien o mejorar nuestro comportamiento. Imaginemos a una persona malnutrida, enfermiza y pálida, pero que se pone maquillaje para mejorar su apariencia. Quizás parezca una persona saludable, pero el maquillaje es un cosmético, algo que se aplica externamente. Lo que en realidad necesita esta persona es un cambio genuino que provenga de un proceso interno en su vida. .
Si la misma persona malnutrida y pálida se alimentara de forma saludable, con comida nutritiva, se produciría en ella un cambio muy notable. El color de la persona mejoraría y su cuerpo se fortalecería. Finalmente su apariencia llegaría a estar saludable no a causa de algo que haya intentado hacer externamente, sino a causa de algo que ha cambiado internamente.
Adaptar nuestro comportamiento imitando a Cristo es como si aplicáramos el maquillaje externo. Nuestra condición interna permanece igual, pero intentamos cubrirla por medio de hacer el bien o al intentar mejorar nuestra conducta. Como resultado, lo que las personas ven no es realmente a Cristo mismo quien se refleja exteriormente en nosotros y se expresa en nuestras vidas, sino a personas malnutridas espiritualmente esforzándose por imitar la vida de Cristo de la mejor manera posible.
La transformación genuina es diferente. Un cambio interno toma lugar en nuestro ser a medida que tomamos a Cristo como nuestro alimento y bebida espiritual. Mientras comemos, la vida divina en nosotros puede operar y nuestra “apariencia” mejora gradualmente hasta que espontáneamente comenzamos a expresar a Cristo más en nuestra vida diaria.
Quizás las personas comenten: “Esa persona es muy diferente de lo que antes era. ¿Qué le sucedió?”. La diferencia proviene de ser transformado por la vida de Dios por medio de comer a Cristo y asimilarlo en nuestro ser hasta que le expresemos más y más.
¿Cómo podemos cooperar para ser transformados?
No podemos transformarnos a nosotros mismos, pero si podemos “ser transformados”. Es decir, podemos cooperar con el Señor para que este proceso de transformación se lleve a cabo en nosotros. A fin de ser transformados, es necesario tomar a Cristo como nuestro alimento y nuestra bebida. Podemos hacerlo de muchas maneras, tales como:
  • por medio de invocar Su nombre durante todo el día. 
  • por medio de cantar con nuestro espíritu al Señor.
  • por medio de orar en nuestro espíritu.
  • por medio de dar gracias a Dios.
  • por medio de alabar a Dios.
  • por medio de predicar el evangelio o hablarle a otros acerca de Cristo.

Todas estas son maneras de comer a Cristo como el pan vivo y beberle como el agua viva, para ser transformados.
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