Lectura: Marcos
4:26-29.
“Decía además: Así es el reino de Dios,
como cuando un hombre echa semilla en la tierra; y duerme y se levanta, de
noche y de día, y la semilla brota y crece sin que él sepa cómo.
Porque de suyo lleva fruto la tierra, primero
hierba, luego espiga, después grano lleno en la espiga; y cuando el fruto está maduro, en seguida se
mete la hoz, porque la siega ha llegado.
En la parábola del sembrador la semilla
del reino fue sembrada, en esta parábola, la semilla brota, crece, madura y da
fruto. ¿Qué nos enseña esto del reino de los cielos? ¿Qué significa esto
respecto a un cristiano verdadero?
Tomemos como punto de partida la semilla
que fue sembrada en la “tierra excelente”: A la vista natural nadie sabe cuál
será el resultado de la predicación del evangelio en una persona, el agricultor
solamente puede cuidar que el entorno sea el apropiado (regar, limpiar, agregar
algún fertilizante apropiado, etc.). Pero en el interior, fuera de la vista natural,
comienza un proceso provocado y guiado por Dios que lleva días y noches (no se
dice el tiempo específico, enseñándonos que es diferente para cada persona),
semejante a lo que acontece en el vientre de una madre por 9 meses.
Repentinamente “sin que sepa como” la semilla brota y comienza a crecer (1Cor.
3:6-7), “…primero hierba, luego espiga, después grano lleno en la espiga y
cuando el fruto está maduro, en seguida se mete la hoz, porque la siega ha
llegado”
Notamos que hay cuatro niveles de desarrollo
en la vida de la persona (o niveles de entrada a la vida del reino de los
cielos) 1.- Primero hierba. 2.- Luego espiga. 3.- Después grano lleno en la
espiga. 4.- Fruto maduro (listo para la siega).
1.- Primero hierba.
Al ser predicada la Palabra del reino,
Dios (Espíritu Santo) toca el corazón de la persona haciéndola sensible,
dándole fe, produciendo arrepentimiento, confesión y perdón. Hay gente en las
iglesias que aparentan experimentan estas cosas, pero aun habiendo sinceridad
solo hay apariencia, porque es en el nivel emocional (del alma y no del
espíritu). El proceso genuino no se produce en las emociones (aunque estén
incluidas), sino que es Dios el que lo produce en el corazón (alma conectada al
espíritu), el que se mueve por emociones es comparado a la semilla que cayó en
pedregales (Mat. 13:20-21). La diferencia entre estas dos situaciones
(conversión verdadera y conversión falsa o emocional) tampoco es visible a la
vista natural, solo Dios o el tiempo nos dirán la realidad.
Aquel que fue tocado genuinamente por
Dios (fe, arrepentimiento, conversión y bautismo), “nace de nuevo” o es
“regenerado” (Juan 1:12-13; 3:3,5-6).
Entonces el brote de hierba corresponde a la regeneración o nuevo
nacimiento (Tito 3:3-5), “el lavamiento de la regeneración”
Al nacer de nuevo Dios vivifica el
espíritu del hombre (estaba muerto), pero también viene como “el Señor
Espíritu” a hacer morada en nuestro espíritu vivificado, dándonos vida eterna
(la vida del Hijo en nuestro interior) y ahora somos hechos uno con Él (1Cor.
6:17).
La regeneración o nuevo nacimiento es
algo instantáneo y ocurre en nuestro espíritu.
2.- Luego espiga.
En la regeneración nuestro espíritu es
vivificado y el Espíritu Santo viene a residir en el, pero nuestra alma
(pensamientos, razonamientos, emociones, sentimientos y voluntad) necesita ser
renovada para ajustarse a un nuevo modelo de vida al que no está acostumbrada.
Este es un proceso de renovación que dura toda la vida sobre esta tierra, hasta
que nuestra personalidad se conforme a la de Cristo.
Hemos recibido a Cristo en nuestro
espíritu vivificado, ahora tiene filtrarse o expandirse hacia todos los
rincones y aspectos de nuestra alma (esto es “negarse a sí mismo”), para que
sea el Señor el que dirija y controle toda nuestra vida (Efesios 3: 16.17;
4:22-23; Apoc. 3:20).
Entonces la hierba que brota
(regeneración) empieza a desarrollarse y forma espigas (renovación: formación
de Cristo en nosotros, Cristo pasando de lo más interior (espíritu) hacia el
exterior inmediato (alma) para poder someter y controlar al hombre más exterior
(cuerpo físico, carnalidad).
En la renovación nuestra personalidad se
va amoldando a la de Cristo, reflejando “el fruto del Espíritu”, conformándonos
a la imagen del hijo (Gálatas 5:22-23; Efesios 4:23-24; Romanos 8:29), “…y por
la renovación en el Espíritu Santo” Tito 3:5.
3.- Grano lleno en la espiga.
Cuando la “renovación en el Espíritu
Santo” va progresando nos lleva a un tercer nivel que Romanos 12:2 llama:
Transformación: “No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de
la renovación de vuestro entendimiento…”.
Al final de nuestro desarrollo como
“labranza de Dios” (1Cor. 3:9) está la espiga con el grano lleno, es decir, la
completa configuración de nuestra vida (alma-espíritu) a Cristo. Cristo formado
completamente en nosotros (Gal 4: 19). Negándonos totalmente a nosotros, para
que se haga su voluntad y su reino se manifieste dondequiera que estemos
(Gálatas 2:20).
Ahora el “reino de los cielos” ha venido
(Mateo 6:10) y se manifiesta en plenitud en la vida y circunstancias del “hijo
del reino”.
4.- Grano maduro listo para la siega.
La siega de acuerdo a la parábola del
trigo y la cizaña ocurre al final de siglo (Mateo 13:39) y para los hijos del
reino representará ser “echados en Su granero”, es decir, el arrebatamiento o
traslado.
Como podemos entender en esta parábola,
ser cristianos verdaderos exige mucho de nosotros, porque aunque es Dios el que
lo hace, de nosotros se requiere someternos totalmente a su voluntad. Por eso
Jesús dijo: “Muchos trataran pero no podrán” (Lucas 13:24)
Hoy es tiempo de entender estos
“misterios del reino de los cielos” y esforzarnos por entrar en el reino.
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