viernes, 27 de marzo de 2015

La Parábola del Crecimiento de la Semilla.


Lectura: Marcos 4:26-29.
“Decía además: Así es el reino de Dios, como cuando un hombre echa semilla en la tierra; y duerme y se levanta, de noche y de día, y la semilla brota y crece sin que él sepa cómo.
 Porque de suyo lleva fruto la tierra, primero hierba, luego espiga, después grano lleno en la espiga;  y cuando el fruto está maduro, en seguida se mete la hoz, porque la siega ha llegado.

En la parábola del sembrador la semilla del reino fue sembrada, en esta parábola, la semilla brota, crece, madura y da fruto. ¿Qué nos enseña esto del reino de los cielos? ¿Qué significa esto respecto a un cristiano verdadero?

Tomemos como punto de partida la semilla que fue sembrada en la “tierra excelente”: A la vista natural nadie sabe cuál será el resultado de la predicación del evangelio en una persona, el agricultor solamente puede cuidar que el entorno sea el apropiado (regar, limpiar, agregar algún fertilizante apropiado, etc.). Pero en el interior, fuera de la vista natural, comienza un proceso provocado y guiado por Dios que lleva días y noches (no se dice el tiempo específico, enseñándonos que es diferente para cada persona), semejante a lo que acontece en el vientre de una madre por 9 meses. Repentinamente “sin que sepa como” la semilla brota y comienza a crecer (1Cor. 3:6-7), “…primero hierba, luego espiga, después grano lleno en la espiga y cuando el fruto está maduro, en seguida se mete la hoz, porque la siega ha llegado”
 Notamos que hay cuatro niveles de desarrollo en la vida de la persona (o niveles de entrada a la vida del reino de los cielos) 1.- Primero hierba. 2.- Luego espiga. 3.- Después grano lleno en la espiga. 4.- Fruto maduro (listo para la siega).

1.- Primero hierba.
Al ser predicada la Palabra del reino, Dios (Espíritu Santo) toca el corazón de la persona haciéndola sensible, dándole fe, produciendo arrepentimiento, confesión y perdón. Hay gente en las iglesias que aparentan experimentan estas cosas, pero aun habiendo sinceridad solo hay apariencia, porque es en el nivel emocional (del alma y no del espíritu). El proceso genuino no se produce en las emociones (aunque estén incluidas), sino que es Dios el que lo produce en el corazón (alma conectada al espíritu), el que se mueve por emociones es comparado a la semilla que cayó en pedregales (Mat. 13:20-21). La diferencia entre estas dos situaciones (conversión verdadera y conversión falsa o emocional) tampoco es visible a la vista natural, solo Dios o el tiempo nos dirán la realidad.
Aquel que fue tocado genuinamente por Dios (fe, arrepentimiento, conversión y bautismo), “nace de nuevo” o es “regenerado” (Juan 1:12-13; 3:3,5-6).
Entonces el brote de hierba corresponde a la regeneración o nuevo nacimiento (Tito 3:3-5), “el lavamiento de la regeneración”
Al nacer de nuevo Dios vivifica el espíritu del hombre (estaba muerto), pero también viene como “el Señor Espíritu” a hacer morada en nuestro espíritu vivificado, dándonos vida eterna (la vida del Hijo en nuestro interior) y ahora somos hechos uno con Él (1Cor. 6:17).
La regeneración o nuevo nacimiento es algo instantáneo y ocurre en nuestro espíritu.

2.- Luego espiga.
En la regeneración nuestro espíritu es vivificado y el Espíritu Santo viene a residir en el, pero nuestra alma (pensamientos, razonamientos, emociones, sentimientos y voluntad) necesita ser renovada para ajustarse a un nuevo modelo de vida al que no está acostumbrada. Este es un proceso de renovación que dura toda la vida sobre esta tierra, hasta que nuestra personalidad se conforme a la de Cristo.
Hemos recibido a Cristo en nuestro espíritu vivificado, ahora tiene filtrarse o expandirse hacia todos los rincones y aspectos de nuestra alma (esto es “negarse a sí mismo”), para que sea el Señor el que dirija y controle toda nuestra vida (Efesios 3: 16.17; 4:22-23; Apoc. 3:20).
Entonces la hierba que brota (regeneración) empieza a desarrollarse y forma espigas (renovación: formación de Cristo en nosotros, Cristo pasando de lo más interior (espíritu) hacia el exterior inmediato (alma) para poder someter y controlar al hombre más exterior (cuerpo físico, carnalidad).
En la renovación nuestra personalidad se va amoldando a la de Cristo, reflejando “el fruto del Espíritu”, conformándonos a la imagen del hijo (Gálatas 5:22-23; Efesios 4:23-24; Romanos 8:29), “…y por la renovación en el Espíritu Santo” Tito 3:5.       

3.- Grano lleno en la espiga.
Cuando la “renovación en el Espíritu Santo” va progresando nos lleva a un tercer nivel que Romanos 12:2 llama: Transformación: “No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento…”.
Al final de nuestro desarrollo como “labranza de Dios” (1Cor. 3:9) está la espiga con el grano lleno, es decir, la completa configuración de nuestra vida (alma-espíritu) a Cristo. Cristo formado completamente en nosotros (Gal 4: 19). Negándonos totalmente a nosotros, para que se haga su voluntad y su reino se manifieste dondequiera que estemos (Gálatas 2:20).
Ahora el “reino de los cielos” ha venido (Mateo 6:10) y se manifiesta en plenitud en la vida y circunstancias del “hijo del reino”.

4.- Grano maduro listo para la siega.
La siega de acuerdo a la parábola del trigo y la cizaña ocurre al final de siglo (Mateo 13:39) y para los hijos del reino representará ser “echados en Su granero”, es decir, el arrebatamiento o traslado.                                                                           

Como podemos entender en esta parábola, ser cristianos verdaderos exige mucho de nosotros, porque aunque es Dios el que lo hace, de nosotros se requiere someternos totalmente a su voluntad. Por eso Jesús dijo: “Muchos trataran pero no podrán” (Lucas 13:24)

Hoy es tiempo de entender estos “misterios del reino de los cielos” y esforzarnos por entrar en el reino.
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