domingo, 29 de marzo de 2015

La Parábola del trigo y la cizaña.

Lectura: Mateo 13:24-30,36-43.
“Les refirió otra parábola, diciendo: El reino de los cielos es semejante a un hombre que sembró buena semilla en su campo; pero mientras dormían los hombres, vino su enemigo y sembró cizaña entre el trigo, y se fue. Y cuando salió la hierba y dio fruto, entonces apareció también la cizaña. Vinieron entonces los siervos del padre de familia y le dijeron: Señor, ¿no sembraste buena semilla en tu campo? ¿De dónde, pues, tiene cizaña?  El les dijo: Un enemigo ha hecho esto. Y los siervos le dijeron: ¿Quieres, pues, que vayamos y la arranquemos? El les dijo: No, no sea que al arrancar la cizaña, arranquéis también con ella el trigo.  Dejad crecer juntamente lo uno y lo otro hasta la siega; y al tiempo de la siega yo diré a los segadores: Recoged primero la cizaña, y atadla en manojos para quemarla; pero recoged el trigo en mi granero”. “Respondiendo él, les dijo: El que siembra la buena semilla es el Hijo del Hombre. El campo es el mundo; la buena semilla son los hijos del reino, y la cizaña son los hijos del malo. El enemigo que la sembró es el diablo; la siega es el fin del siglo; y los segadores son los ángeles. De manera que como se arranca la cizaña, y se quema en el fuego, así será en el fin de este siglo.  Enviará el Hijo del Hombre a sus ángeles, y recogerán de su reino a todos los que sirven de tropiezo, y a los que hacen iniquidad, y los echarán en el horno de fuego; allí será el lloro y el crujir de dientes. Entonces los justos resplandecerán como el sol en el reino de su Padre. El que tiene oídos para oír, oiga”.

Cuando Jesús enseñó con parábolas, los discípulos preguntaron porque lo hacía si la gente no entendía, respondió que la parábolas servían para esconder de los no merecedores “los misterios del reino de los cielos”, pero a sus discípulos les explicaba (revelaba) por separado dichos misterios, como sucede en esta parábola en los vers. 36-43. Esto nos enseña que cuando leemos una enseñanza de las Escrituras, siempre es necesario buscarlo a Él en oración para recibir el entendimiento correcto.

En Mateo esta parábola sigue a la del sembrador (donde el reino de los cielos solamente se había acercado), ahora el reino ya ha aparecido, ha brotado el trigo, por lo tanto esta parábola comenzó a tener cumplimiento a partir del Pentecostés de 33E.C. (cuando el reino  “brota”, la iglesia ha aparecido, el reino de los cielos está aquí, esto es el cristianismo verdadero).

La buena semilla fue sembrada en los corazones, ahora ha brotado, hay una comunidad de hombres y mujeres que está manifestando el reino (Mateo 6:10), pero algo increíble está sucediendo: Sin que los cristianos sepan cómo, entre ellos  hay personas que a simple vista son como ellos, “hijos del reino”, pero que no están produciendo los frutos apropiados. De acuerdo a la parábola del sembrador esto se puede deber a que no son tierra excelente (también la semilla  entre pedregales nace pero no permanece, y la de entre los espinos nace y puede permanecer pero no da fruto). Pero en esta parábola Jesús nos va a enseñar otra razón para lo que está pasando: ¡A aparecido la cizaña!

No nos engañemos, el Señor dice que ellos no fueron sembrados con la “buena semilla”, sino con una imitación de ella, tan parecida que se confunde y solo es posible diferenciarla sin lugar a dudas hasta la aparición del fruto. Estos fueron sembrados en el mismo campo (noten: ahora no es en los corazones sino en el mismo campo donde está el trigo, es decir en el mundo) por el enemigo, obviamente Satanás.

Ahora tenemos a la iglesia, “el reino de los cielos”, que vista desde afuera (el campo, el mundo) aparece como un todo (el cristianismo), pero ese todo está formado por dos tipos de plantas casi idénticas: Trigo y Cizaña, cristianos verdaderos y Cristianos falsos.

Es la voluntad de Dios que la iglesia “el reino de los cielos”, se mueva sobre la tierra a partir de su aparición hasta el arrebatamiento como una mezcla de dos elementos: El verdadero y el falso (Mateo 13:28-30). ¿Porqué? Recuerde que Jesús está enseñando “los misterios del reino de los cielos”.

¿Puede verlo ahora? Dondequiera que Ud. se congregue existe una mezcla. Por muy convencido que esté que su iglesia o congregación es verdadera no debemos engañarnos. Jesús no miente: ¡Así es el reino de los cielos! o ¡Es semejante a...! (Marcos 4:26; Mateo 13:24). Y no piense que la mezcla solo ocurre entre la feligresía o miembros comunes, pero no entre el Pastorado o liderazgo.

Si en toda congregación cristiana existe esta mezcla ¿Cómo podemos estar seguros que somos trigo? ¿Qué debemos hacer al respecto?
La respuesta a la primer pregunta la responde Jesús en la parábola del crecimiento de la semilla (Marcos 4:27-29) que tratamos en la entrada anterior (no deje de leerla).

Esta parábola pertenece a una serie de 3 en secuencia que el Señor Jesús enseñó (el trigo y la cizaña, el grano de mostaza y la levadura), la otras dos parábolas van a confirmar y reforzar lo que acabamos de exponer. Lea las referencias bíblicas, medite en ellas y lleve en oración a Dios esto para que sea Él quien confirme, revele e ilumine su entendimiento.

(postdata: Espero sus comentarios, dudas y preguntas, también sugerencias)
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viernes, 27 de marzo de 2015

La Parábola del Crecimiento de la Semilla.


Lectura: Marcos 4:26-29.
“Decía además: Así es el reino de Dios, como cuando un hombre echa semilla en la tierra; y duerme y se levanta, de noche y de día, y la semilla brota y crece sin que él sepa cómo.
 Porque de suyo lleva fruto la tierra, primero hierba, luego espiga, después grano lleno en la espiga;  y cuando el fruto está maduro, en seguida se mete la hoz, porque la siega ha llegado.

En la parábola del sembrador la semilla del reino fue sembrada, en esta parábola, la semilla brota, crece, madura y da fruto. ¿Qué nos enseña esto del reino de los cielos? ¿Qué significa esto respecto a un cristiano verdadero?

Tomemos como punto de partida la semilla que fue sembrada en la “tierra excelente”: A la vista natural nadie sabe cuál será el resultado de la predicación del evangelio en una persona, el agricultor solamente puede cuidar que el entorno sea el apropiado (regar, limpiar, agregar algún fertilizante apropiado, etc.). Pero en el interior, fuera de la vista natural, comienza un proceso provocado y guiado por Dios que lleva días y noches (no se dice el tiempo específico, enseñándonos que es diferente para cada persona), semejante a lo que acontece en el vientre de una madre por 9 meses. Repentinamente “sin que sepa como” la semilla brota y comienza a crecer (1Cor. 3:6-7), “…primero hierba, luego espiga, después grano lleno en la espiga y cuando el fruto está maduro, en seguida se mete la hoz, porque la siega ha llegado”
 Notamos que hay cuatro niveles de desarrollo en la vida de la persona (o niveles de entrada a la vida del reino de los cielos) 1.- Primero hierba. 2.- Luego espiga. 3.- Después grano lleno en la espiga. 4.- Fruto maduro (listo para la siega).

1.- Primero hierba.
Al ser predicada la Palabra del reino, Dios (Espíritu Santo) toca el corazón de la persona haciéndola sensible, dándole fe, produciendo arrepentimiento, confesión y perdón. Hay gente en las iglesias que aparentan experimentan estas cosas, pero aun habiendo sinceridad solo hay apariencia, porque es en el nivel emocional (del alma y no del espíritu). El proceso genuino no se produce en las emociones (aunque estén incluidas), sino que es Dios el que lo produce en el corazón (alma conectada al espíritu), el que se mueve por emociones es comparado a la semilla que cayó en pedregales (Mat. 13:20-21). La diferencia entre estas dos situaciones (conversión verdadera y conversión falsa o emocional) tampoco es visible a la vista natural, solo Dios o el tiempo nos dirán la realidad.
Aquel que fue tocado genuinamente por Dios (fe, arrepentimiento, conversión y bautismo), “nace de nuevo” o es “regenerado” (Juan 1:12-13; 3:3,5-6).
Entonces el brote de hierba corresponde a la regeneración o nuevo nacimiento (Tito 3:3-5), “el lavamiento de la regeneración”
Al nacer de nuevo Dios vivifica el espíritu del hombre (estaba muerto), pero también viene como “el Señor Espíritu” a hacer morada en nuestro espíritu vivificado, dándonos vida eterna (la vida del Hijo en nuestro interior) y ahora somos hechos uno con Él (1Cor. 6:17).
La regeneración o nuevo nacimiento es algo instantáneo y ocurre en nuestro espíritu.

2.- Luego espiga.
En la regeneración nuestro espíritu es vivificado y el Espíritu Santo viene a residir en el, pero nuestra alma (pensamientos, razonamientos, emociones, sentimientos y voluntad) necesita ser renovada para ajustarse a un nuevo modelo de vida al que no está acostumbrada. Este es un proceso de renovación que dura toda la vida sobre esta tierra, hasta que nuestra personalidad se conforme a la de Cristo.
Hemos recibido a Cristo en nuestro espíritu vivificado, ahora tiene filtrarse o expandirse hacia todos los rincones y aspectos de nuestra alma (esto es “negarse a sí mismo”), para que sea el Señor el que dirija y controle toda nuestra vida (Efesios 3: 16.17; 4:22-23; Apoc. 3:20).
Entonces la hierba que brota (regeneración) empieza a desarrollarse y forma espigas (renovación: formación de Cristo en nosotros, Cristo pasando de lo más interior (espíritu) hacia el exterior inmediato (alma) para poder someter y controlar al hombre más exterior (cuerpo físico, carnalidad).
En la renovación nuestra personalidad se va amoldando a la de Cristo, reflejando “el fruto del Espíritu”, conformándonos a la imagen del hijo (Gálatas 5:22-23; Efesios 4:23-24; Romanos 8:29), “…y por la renovación en el Espíritu Santo” Tito 3:5.       

3.- Grano lleno en la espiga.
Cuando la “renovación en el Espíritu Santo” va progresando nos lleva a un tercer nivel que Romanos 12:2 llama: Transformación: “No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento…”.
Al final de nuestro desarrollo como “labranza de Dios” (1Cor. 3:9) está la espiga con el grano lleno, es decir, la completa configuración de nuestra vida (alma-espíritu) a Cristo. Cristo formado completamente en nosotros (Gal 4: 19). Negándonos totalmente a nosotros, para que se haga su voluntad y su reino se manifieste dondequiera que estemos (Gálatas 2:20).
Ahora el “reino de los cielos” ha venido (Mateo 6:10) y se manifiesta en plenitud en la vida y circunstancias del “hijo del reino”.

4.- Grano maduro listo para la siega.
La siega de acuerdo a la parábola del trigo y la cizaña ocurre al final de siglo (Mateo 13:39) y para los hijos del reino representará ser “echados en Su granero”, es decir, el arrebatamiento o traslado.                                                                           

Como podemos entender en esta parábola, ser cristianos verdaderos exige mucho de nosotros, porque aunque es Dios el que lo hace, de nosotros se requiere someternos totalmente a su voluntad. Por eso Jesús dijo: “Muchos trataran pero no podrán” (Lucas 13:24)

Hoy es tiempo de entender estos “misterios del reino de los cielos” y esforzarnos por entrar en el reino.
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domingo, 22 de marzo de 2015

Así es el reino de los cielos.



En el contexto de la parábola del sembrador, en respuesta a la pregunta del porqué usaba parábolas en la enseñanza, Jesús responde que las parábolas son el medio apropiado para enseñar “los misterios del reino de los cielos” (Mateo 13: 11), porque con ellas, los buscadores sinceros recibirán el entendimiento, pero los que no califican quedarán sin entender (Mateo 13:10-17).
Entonces si deseamos entender los misterios del reino de los cielos, haremos bien en considerar cada una de las parábolas del Señor Jesús.

Con excepción de la parábola del sembrador todas las demás son introducidas con la frase: “El reino de los cielos es semejante a” o como en Marcos 4:26 “Así es el reino de Dios”.

Hemos dicho que “el reino de los cielos tal como lo usa Mateo se refiere a una expresión específica del reino de Dios que viene al hombre en un tiempo específico y se instala en los corazones de los hombres. Este tiempo comenzó en Pentecostés de 33E.C. Antes de esa fecha y a partir de Juan el Bautista ese reino solo “se había acercado” (Mateo 3:2; 4:17; 10:7).

En la parábola del sembrador entendemos que la semilla es: La palabra del reino, o la Palabra de Dios, la cuál es Jesús mismo (El predica y a la vez se siembra en los corazones que lo reciben. Juan 1:1; 12:24; 14:23; Romanos 8:10-11).

Ahora bien, en la parábola del sembrador la semilla puede caer en cuatro tipos distintos de tierra (corazones). En esta entrada consideraremos lo que sucede en la “tierra excelente”.

La buena tierra o tierra excelente donde la semilla del reino nace, crece, madura y da fruto se refiere a los “hijos del reino” o cristianos genuinos, en ellos “ha venido el reino de los cielos” (Mateo 6:10), ellos son “la iglesia” y “el cuerpo de Cristo” (Efesios 1:13,18,22-23), el trigo dando fruto.

Ahora consideremos una parábola que solamente registra Marcos y que según su relato es la que sigue a la del sembrador, se encuentra en Marcos 4:26-29, y se le conoce como “La parábola del crecimiento de la semilla”. Léanla en su biblia y mediten en ella acompañando con oración.

“Parábola del crecimiento de la semilla”

Al sembrar la semilla del reino y caer en tierra apropiada (un buen corazón), comienza un proceso que lleva días y noches (no se dice cuanto tiempo) durante el cual, en lo secreto del corazón humano y bajo la mano de Dios, algo está sucediendo fuera de la vista natural (como en la gestación de un nuevo ser en el vientre de una madre) y de repente, la semilla brota y comienza a crecer sin que se sepa cómo (1Corintios 3:6-7). El sembrador solo siembra y procura un ambiente favorable, pero es Dios el que produce el milagro del “nuevo nacimiento” (Juan 1:13).

Cuando alguien recibe la Palabra con fe y arrepentimiento genuino, acepta a Jesús como Señor y Salvador y se bautiza con pleno entendimiento y certidumbre de fe, entonces “nace de nuevo”, es decir, brota el trigo o como dice Marcos 4:28 “primero hierba”. Ahora ha nacido en “el reino de los cielos” (Colosenses 1:13) y es integrado a la iglesia o cuerpo de Cristo (Efesios 1:13,22-23; 2:19-22), lo cual es un evento espiritual y no necesariamente se relaciona con la afiliación a una denominación o institución cristiana, aunque de forma común si ocurre porque es en el marco de una congregación cristiana, donde se predica o siembra “la palabra del reino”, aunque también hay sembradores que no están afiliados a ninguna institución humana reconocida, pero Cristo si los conoce porque son suyos.

A veces hay gente en las iglesias o instituciones cristianas que aparentan haber experimentado este “nuevo nacimiento” y son reconocidas porque están “bautizadas”, pero debemos saber que aún cuando estas personas sean sinceras, solamente hay apariencia de un “nuevo nacimiento” porque todas sus acciones y decisiones fueron hechas a nivel emocional, almático, y no a nivel del espíritu. El proceso genuino no se produce en las emociones (aunque estén incluidas), es Dios que lo produce en el interior (corazón = alma-espíritu) (Romanos 9:15-16; Filipenses 2:13; Juan 6:44).

El “cristiano que se mueve por emociones es el representado por la semilla que cayó entre pedregales (Mateo 13: 20-21).

En aquel que es tocado genuinamente por Dios y es tierra excelente ocurre el “nuevo nacimiento”  genuino, este es el “brote de hierba” que corresponde a la regeneración (Tito 3:4-5; Juan 3:3). Al nacer de nuevo el espíritu humano que estaba muerto (separado de Dios) es vivificado, pero además, el Espíritu (Jesús mismo) viene a residir en nuestro espíritu, recibiendo la “vida divina, la vida eterna, la vida de Cristo, siendo hechos uno con Él (1Corintios 6:17).


La parte final de la parábola la consideraremos en la siguiente entrada, no dejen de leerla y darle me gusta así como recomendarla a amigos. Dios los Bendiga.

martes, 17 de marzo de 2015

El secreto más guardado del infierno.


 Por: Ray Comfort
Publicado en inglés en http://www.livingwaters.com

En los años setenta tuve acceso a unas estadísticas de crecimiento de iglesias. Para mi horror, descubrí que 80 a 90% de las personas que hacen una decisión para Cristo, se apartan de la fe. - Una de las denominaciones más grandes en Estados Unidos, en el año 1991, consiguió 294'000 decisiones para Cristo. Pero encontraron a solo 14'000 de estas personas siguiendo a Cristo. Esto significa que 280'000 de estas decisiones eran falsas; y los evangélicos modernos toman estos resultados como algo normal.
Cuando descubrí esto, me preocupó mucho. Me puse a estudiar intensamente el libro de Romanos, y la predicación evangelística de hombres como Spurgeon, Wesley, Moody, Finney, Whitefield, Lutero, y otros que fueron grandemente usados por Dios. Encontré que ellos utilizaron un principio que es casi completamente olvidado por las modernas iglesias evangélicas.
La Biblia dice en Salmo 19:7, “La Ley de Jehová es perfecta, que convierte el alma.” ¿Cuál es la cosa perfecta que convierte el alma? - “La Ley de Jehová es perfecta, que convierte el alma.”
Para ilustrar la función de la Ley de Dios, hablaremos un poco de la ley civil. Suponemos que yo te digo: “Tengo una buena noticia para ti. Alguien acaba de pagar una multa de 25'000 dólares por ti.” - Tú probablemente reaccionas: “¿De qué estás hablando? No lo entiendo. Yo no tengo una multa de 25'000 dólares.” - Mi “buena noticia” sería una locura para ti. Incluso podría ser ofensiva, porque yo estoy implicando que tú has quebrantado la ley, mientras tú piensas que eres inocente.
Pero todo esto haría mucho más sentido si yo dijera: “Mientras tú manejaste tu taxi, has pasado con 90 kilómetros por hora por una zona restringida donde se encuentra un asilo de niños ciegos. Había diez señales claras indicando que la velocidad máxima era de 25 kilómetros por hora; pero tú has seguido de frente con 90 kilómetros por hora. Lo que hiciste fue extremamente peligroso; la policía te observó y te puso una multa de 25'000 dólares. Ya te iban a cobrar, cuando apareció alguien que tú ni siquiera conoces, y pagó la multa por ti. Realmente eres muy afortunado.”
Si yo te digo primero exactamente lo que hiciste mal, entonces la buena noticia tiene sentido. Pero si yo no te hago entender claramente que quebrantaste la ley, entonces la buena noticia parece locura.
De la misma manera, si yo enfrento a un pecador no arrepentido y le digo, “Jesucristo murió en la cruz por tus pecados”, esto será una locura y una ofensa para él. El piensa que no es un pecador, y que muchos otros son mucho peor que él.
Pero si yo tomo el tiempo de abrir para él la Ley de Dios, los Diez Mandamientos, y le demuestro exactamente lo que hizo mal, y que él ha ofendido a Dios, quebrantando Su Ley, entonces él “queda convicto por la ley como transgresor” (Stgo. 2:9). Y entonces la buena noticia acerca de la multa pagada será “el poder de Dios para salvación” (Rom.1:16).
Ahora, con esto en mente, miremos a Romanos 3:19. “Pero sabemos que todo lo que la ley dice, lo dice a los que están bajo la ley, para que toda boca se cierre y todo el mundo quede bajo el juicio de Dios.”
Entonces, una función de la ley es cerrar la boca de los pecadores, para que ya no se justifiquen a sí mismos.
Verso 20: “...porque por medio de la ley es el conocimiento del pecado.” La Ley de Dios nos dice qué es el pecado. 1 Juan 3:4 dice: “El pecado es la transgresión de la ley.” - Gálatas 3:24: “La ley ha sido nuestro ayo, para llevarnos a Cristo, a fin de que fuésemos justificados por la fe.” - La Ley no nos ayuda; nos hace ver que no podemos ayudarnos a nosotros mismos. La Ley no nos justifica; nos hace ver que somos culpables ante el juicio del Dios Santo.
La tragedia de la evangelización moderna es que hace unos cien años empezó a pasar por alto la capacidad de la Ley para convertir el alma. Entonces, tuvieron que encontrar una razón diferente para que los pecadores respondan al evangelio. La razón moderna es ahora “para vivir mejor”. - “Jesucristo te dará paz, gozo, amor, y felicidad.”
Esta enseñanza es muy popular, pero no es bíblica. Para ilustrarlo, contaré una anécdota:
Dos hombres están sentados en un avión. El primero recibe un paracaídas, y le dicen que debía ponérselo para mejorar su vuelo. El hombre tiene sus dudas, pero por fin decide probarlo. Al ponerse el paracaídas, siente el peso sobre sus hombros y encuentra que tiene dificultades de sentarse derecho. Pero se recuerda que esto debía mejorar la calidad de su viaje, entonces decide tener paciencia. Sin embargo, algunos otros pasajeros empiezan a reírse de él. El se siente humillado. Por fin no lo soporta más, se quita el paracaídas y lo tira al piso. Siente que le mintieron, porque el paracaídas no mejoró su vuelo en nada.
El segundo hombre recibe también un paracaídas, pero le dicen algo diferente. Le dicen que en cualquier momento, él tendrá que saltar del avión desde una altura de 8000 metros. Muy agradecido, él se pone el paracaídas. No siente el peso, ni la dificultad de sentarse derecho. En cambio, medita en lo que le podría pasar si tuviera que saltar sin este paracaídas. El sabe que el paracaídas le salvará de una muerte segura.
¿Qué dice el evangelio moderno? - “Ponte al Señor Jesucristo. El mejorará tu vida.” El pecador responde a esta invitación y “prueba” al Señor para ver si esto es verdad. ¿Pero qué experimenta? La tentación, tribulación y persecución que la Biblia promete a los cristianos. Los demás se ríen de él. Entonces ¿qué hace? “Tropieza por causa de la palabra” (Marcos 4:17) y se quita al Señor. Es que le hicieron una promesa falsa. Al final, este hombre está peor que antes, porque ahora está amargado contra el evangelio.
En vez de predicar que Jesús mejora nuestro vuelo, debemos advertir a los pasajeros que en algún momento tendrán que saltar. Que “está establecido para los hombres que mueran una sola vez, y después de esto el juicio” (Hebr.9:27). Una vez que un pecador comprende las consecuencias terribles del quebrantar la Ley de Dios, huirá a su Salvador. Dios “ahora manda a todos los hombres en todo lugar, que se arrepientan” - ¿por qué? - “por cuanto ha establecido un día en el cual juzgará al mundo con justicia...” (Hechos 17:30-31). Esto es lo que debemos predicar.
El asunto es la justicia, no la felicidad. No importa cuán feliz sea un pecador - sin la justicia de Cristo perecerá en el día de la ira de Dios. La paz y el gozo son frutos legítimos de la salvación; pero no es legítimo usar estos frutos como un cebo para atraer a los pecadores. Si hacemos esto, los pecadores responderán con motivos impuros, y les faltará el arrepentimiento.
¿Te recuerdas la razón por qué el segundo pasajero tenía paz y gozo en su corazón? Fue porque sabía que el paracaídas le iba a salvar de una muerte segura. Como un verdadero creyente, puedo saber que la justicia de Cristo me salvará de la ira venidera.
Entonces, el segundo pasajero no se molestará con el paracaídas cuando los otros pasajeros se ríen de él, o cuando el vuelo es turbulento, o cuando la azafata le echa el café caliente sobre sus piernas. De la misma manera, el verdadero creyente no se molestará con Dios cuando la tribulación viene o cuando otros nos ridiculizan. No hemos venido a Cristo para vivir más felices, sino para ser salvos en el juicio de Dios. Tristemente, tenemos a multitudes de cristianos que pierden su gozo y paz cuando pasan por turbulencias. ¿Por qué? Ellos son el producto de un evangelio centrado en el hombre, no en Dios. Les falta el arrepentimiento que es necesario para la salvación.
A.B. Earl dijo: “Encontré por experiencia, que las amenazas más severas de la Ley de Dios son lo más importante en guiar a personas a Cristo. Ellos tienen que ver que son perdidos, antes que clamen por misericordia; ellos no huirán del peligro hasta que lo vean.” - A.B.Earl fue un evangelista famoso del siglo XIX que ganó a 150'000 convertidos. Satanás no quiere que entiendas esto; entonces escucha muy bien. A.B. Earl dijo: “Encontré por experiencia, que las amenazas más severas de la Ley de Dios son lo más importante en guiar a personas a Cristo. Ellos tienen que ver que son perdidos, antes que clamen por misericordia; ellos no huirán del peligro hasta que lo vean.”
Nosotros hemos ofrecido la medicina, antes de hacer entender la enfermedad. Si yo testifico a alguien en el sur de California, casi siempre resulta que la persona ya ha “nacido de nuevo” seis o siete veces. Le digo: “Tienes que entregar tu vida a Jesucristo”, y él me responde: “Ah, sí, yo hice esto cuando tuve siete, once, diecisiete, veintitrés, veinticinco, treinta y dos años...” Este muchacho no es un cristiano. El es un fornicario y un blasfemo, pero él cree que es salvo porque ha “entregado su vida a Cristo.” El usa la gracia de Dios como una oportunidad para la carne. El no aprecia el sacrificio; él pisotea la sangre de Cristo (Hebr.10:29). ¿Por qué? Porque nunca fue convencido de su enfermedad, para que pueda apreciar la medicina.
La evangelización bíblica es siempre la Ley para los orgullosos, y la gracia para los humildes. Nunca vemos a Jesús dando el evangelio, la gracia de Dios, a una persona orgullosa, arrogante, autosuficiente. Nunca. Con la Ley, El quebranta el corazón duro, y con el evangelio, El sana el corazón quebrantado. Dios resiste a los orgullosos, y da gracia a los humildes (Stgo.4:6, 1 Pedro 5:5).
Las señoras deben entender este ejemplo: Estás limpiando la mesa de la sala; ya se ve toda limpia. Después abres las cortinas, y la luz del sol cae a la sala. ¿Qué ves en la mesa? Polvo. ¿Qué ves en el aire? Polvo. ¿Fue la luz que creó el polvo? No, la luz solo lo expone. Cuando tomamos el tiempo de abrir las cortinas ante el Lugar Santísimo, y dejamos que la luz de la Ley de Dios alumbre el corazón del pecador, entonces él se ve tal como es en realidad. “El mandamiento es una lámpara y la Ley es luz” (Prov.6:23).
En este punto, me gustaría contarles cómo yo personalmente doy testimonio.
Yo nunca me acercaría a alguien diciendo: “Jesús te ama.” - Tampoco empezaría una conversación diciendo: “Quisiera hablarle acerca de Jesucristo.” - Si tú estuvieras durmiendo y yo quisiera despertarte, yo no alumbraría tus ojos de frente con una luz brillante. Yo empezaría con una luz atenuada y la haría poco a poco más fuerte. - En una conversación evangelística, yo empezaría con algo natural y solo después pasaría a lo espiritual. Porque “el hombre natural no recibe las cosas del espíritu de Dios...” (1 Cor.2:14)
Vemos el ejemplo de Jesús en Juan 4. El empezó a conversar con la mujer sobre algo natural (el agua); después habló de cosas espirituales; trajo convicción por medio del Séptimo Mandamiento; y después se reveló a sí mismo como Mesías.
Entonces, si yo hablo con alguien, yo hablo primero sobre el clima, o sobre el deporte; llego a conocerle mejor; quizás hago unos chistes; y después hablo de lo espiritual.
Yo uso muchos folletos; y nuestros folletos siempre tienen un inicio poco usual. Por ejemplo, uno de ellos empieza mostrando una ilusión óptica. - O yo digo: “Tengo un regalo para Ud.”, y le doy una moneda que tiene en su reverso los Diez Mandamientos grabados. (Tenemos una máquina que hace esta grabación. En nuestro país es legal hacer esto; es considerado arte.) “Oh - ¿qué es esto?” - “Una moneda con los Diez Mandamientos, los grabé con mis dientes...” - Con esto estoy probando si la persona está abierta para cosas espirituales. Si él dice: “¿Diez Mandamientos? No, gracias”, entonces no está abierto. Pero la reacción normal es: “¿Diez Mandamientos? - ¡Muchas gracias! Yo aprecio esto.”
- Yo digo: “Ah, ¿Ud. piensa que ha guardado los Diez Mandamientos?” - “Ah, sí... bastante.” - Yo digo: “Vamos a ver. ¿Alguna vez mintió?” - “Ah, sí... una o dos veces.” - “Entonces ¿qué hace esto de Ud.?” - “Un pecador.” - Yo digo: “No, no. Específicamente, ¿qué es Ud. entonces?” - “Vaya, hombre, yo no soy un mentiroso.” - “¿Cuántas mentiras entonces tiene que decir uno para ser un mentiroso? ¿Diez mil y tantas? ¿No es cierto que si Ud. dice una sola mentira, esto hace un mentiroso de Ud.?” - El dice... “Bueno... parece que tiene razón.” - Yo digo: “¿Alguna vez Ud. ha robado algo?” - “No.” - “Yo no le creo. Ud. acaba de admitir que es un mentiroso”, yo digo. “¿Alguna vez Ud. ha robado algo, aunque sea algo muy pequeño?” - y él dice: “Sí.” - “Entonces, ¿qué hace esto de Ud.?” - El dice: “Un ladrón.”
- Yo continúo: “Jesús dijo: Si miras a una mujer para codiciarla, estás adulterando con ella en tu corazón (Mat.5:28). ¿Ud. alguna vez hizo esto?” - “Sí, muchas veces.” - “Entonces, como Ud. mismo admite, Ud. es un mentiroso, ladrón, y adúltero de corazón, y Ud. tendrá que enfrentarse con Dios en el día del juicio. Y hemos examinado solo tres de los Diez Mandamientos. Hay otros siete que están apuntados contra Ud. como cañones. ¿Alguna vez Ud. usó el nombre de Dios en vano?” - “Sí... estoy intentando ya no hacerlo.” - “¿Ud. sabe qué está haciendo? En vez de decir una grosería que empieza con “m” para expresar su desagrado, Ud. usa el nombre de Dios en su lugar. Esto se llama blasfemia; y la Biblia dice: De toda palabra ociosa que hablen los hombres, de ella darán cuenta en el día del juicio. (Mat.12:36). - La Biblia dice también que si Ud. odia alguien, Ud. es un asesino (1 Juan 3:15).”
Ahora, lo maravilloso acerca de la Ley de Dios es que Dios la escribió en nuestro corazón. (Rom.2:15) - “Conciencia” significa “con conocimiento” (“ciencia” = “conocimiento”). Entonces, cuando una persona miente, codicia, fornica, blasfema, lo hace con conocimiento de que está mal. Dios ha dado luz a cada persona. El Espíritu Santo los convence del pecado, de la justicia, y del juicio (Juan 16:8). Su conciencia le acusa, y la Ley le condena.
Entonces yo digo: “Si Dios le juzga a Ud. según este estándar en el día del juicio, ¿Ud. será inocente o culpable?” - El dice: “Culpable.” - Yo digo: “¿Y Ud. piensa que irá al cielo o al infierno?” - La respuesta usual es: “Al cielo.” - Este es el producto del evangelio moderno. Yo digo: “¿Por qué piensa Ud. así? Piensa Ud. que Dios es simplemente tan bueno que El pasará por alto los pecados de Ud.?” - El dice: “Sí, eso es. El va a pasar por alto mis pecados.”
- “Bueno, intente hacer esto en una audiencia judicial. Ud. cometió una violación, un asesinato, y tráfico de drogas - crímenes muy serios. El juez dice: ‘Ud. es culpable. Toda la evidencia está aquí. ¿Tiene Ud. algo más que decir antes de escuchar la sentencia?’ Y Ud. dice: ‘Si, señor juez. Yo quisiera decir que yo creo que Ud. es un hombre bueno, y por tanto pasará por alto mis crímenes.’ El juez dirá probablemente: ‘En una cosa Ud. tiene razón, yo soy un hombre bueno. Y por causa de mi bondad, tengo que ver que se haga justicia. Por causa de mi bondad, yo tengo que asegurar que Ud. reciba su castigo justo.’ “
Y la misma cosa que los pecadores creen que les salvará en el día del juicio, la bondad de Dios, será la cosa que les condena. Por la razón de que Dios es bueno, él tiene que castigar todo pecado.
Entonces, con este conocimiento, el hombre es ahora capaz de comprender. El entiende ahora que el pecado es en primer lugar vertical: no es tanto un asunto de haber ofendido a otras personas, como de haber ofendido a Dios. “He pecado contra el cielo”, dijo el Hijo Pródigo (Luc.15:21). “Contra ti, contra ti solo he pecado”, dijo David (Sal.51:4). El entiende ahora que la ira de Dios está sobre él (Juan 3:36), que él “fue pesado en la balanza” de la justicia eterna, “y fue hallado falto” (Dan.5:27). Ahora él entiende que necesita un sacrificio (Gál.3:13, Rom.5:8). Hemos quebrantado la Ley, El pagó la multa. Tan sencillo es. Y si alguien se arrepiente y pone su fe en Jesús, Dios va a remover sus pecados.
No tengo tiempo de compartir muchas citas históricas con ustedes; mencionaré solo algunas.
Juan Wiclif, el traductor de la Biblia, dijo: “El servicio más sublime que un hombre podrá obtener en la tierra, es predicar la Ley de Dios.” ¿Por qué? Porque guiará a los pecadores hacia la fe en Cristo.
Lutero dijo: “El primer deber de un predicador del evangelio es declarar la Ley de Dios, y de demostrar la naturaleza del pecado.”
Estos hombres sabían que si no utilizamos la Ley en la proclamación del evangelio, llenaremos la iglesia con falsos convertidos.
Lutero dijo también: “Satanás, el dios te toda disensión, levanta diariamente nuevas sectas. Y últimamente, como yo nunca lo había previsto ni sospechado, él ha levantado una tal secta que enseña que no se debe atemorizar a los hombres con la ley, sino solo animarles suavemente con la predicación de la gracia de Cristo.”
- ¿Qué es lo que dice Lutero? El dice: Escuchen, muchachos. Acaba de levantarse una secta satánica. Ellos enseñan que no se debe atemorizar a los hombres con la ley, sino solo animarles suavemente con la predicación de la gracia de Cristo. Esto resume perfectamente casi toda nuestra evangelización moderna.
John Wesley escribió a un joven evangelista: “Predica 90% la ley y 10% la gracia.”
- ¿No sería mejor 50/50? - Imaginémonos que soy un médico, y tú eres el paciente. Tienes una enfermedad mortal. Yo tengo una cura; pero es absolutamente esencial que tú hagas caso a cada detalle de la cura, de otro modo no funcionará. Probablemente yo diría algo como esto: “Tome asiento. Tengo una noticia muy seria para Ud. Ud. tiene una enfermedad mortal.” - Veo que empiezas a temblar. Yo pienso: “Está bien. El está viendo que la situación es seria.” Yo traigo diagramas; traigo placas de rayos X. Te demuestro como el veneno se propaga por tu cuerpo. Te hablo por diez minutos completos acerca de esta enfermedad terrible. Después de esto, ¿cuánto tiempo piensas que tendré que hablarte acerca de la cura? No mucho. Cuando estás allí temblando después de estos diez minutos, yo digo: “Ah, hay un remedio contra esto.” Tú agarras la medicina y te la tragas. Tu conocimiento acerca de la enfermedad y sus terribles consecuencias te hizo desear la cura.
Mira, antes de ser cristiano, yo no tenía más deseo de justicia, de lo que un chico de cuatro años tiene deseos de bañarse. - Jesús dice: “Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia.”
¿Cuántos no creyentes conoces que tienen hambre y sed de justicia? La Biblia dice: “No hay ninguno que busque a Dios” (Rom.3:11). Ellos aman la oscuridad, odian la luz, y no vendrán a la luz para que sus obras no sean expuestas (Juan 3:19-20). Pero cuando yo fui confrontado con la Ley de Dios y vio que era espiritual, yo entendí que Dios requiere verdad en mis partes más íntimas (Sal.51:6); que El miraba mis pensamientos y calificaba mi lascivia igual como adulterio, mi odio igual como asesinato, yo empecé a decir: “Veo que soy condenado. ¿Qué tengo que hacer para ser justificado?” - La Ley me dio hambre y sed de justicia.
Charles Spurgeon dijo: “Ellos nunca aceptarán la gracia, antes que tiemblen ante una Ley justa y santa.”
Charles Finney dijo: “En todas partes, la Ley tiene que preparar el camino para el evangelio. Pasar esto por alto, resultará en una esperanza falsa, en un estándar falso en cuanto a la experiencia cristiana, y en iglesias llenas de falsos convertidos.”
David Wilkerson, cuando me llamó por teléfono, la primero cosa que dijo era: “Yo pensaba que yo era el único que no cree en ‘seguimiento’ “.
Ahora, yo creo en alimentar a los nuevos convertidos; yo creo en el discipulado - esto es bíblico y necesario. Pero no creo en “seguirle”. No encuentro esto en las Escrituras.
El eunuco de Etiopía se quedó sin “seguimiento”. ¿Cómo podía sobrevivir? Todo lo que tenía era Dios y las Escrituras.
Ahora déjenme explicar “seguimiento” para los que no conocen este concepto. Es cuando suceden “decisiones” en una campaña, o en la iglesia local, y retiramos a algunos de los pocos obreros de la cosecha, y les damos la tarea desesperante de correr detrás de estos “nuevos convertidos” para asegurar que sigan adelante con Dios. Al hacer esto, admitimos que tenemos muy poca confianza en el poder de nuestro mensaje, y en el poder de Dios para guardar a los suyos.
Si Dios los salvó, Dios los guardará. Si han nacido de Dios, nunca morirán. Si El empezó la buena obra en ellos, El la completará hasta Su día (Fil.1:6). Si El es el autor de su fe, El será también su consumador (Heb.12:2). El es capaz de salvar perpetuamente a aquel que se le acerca (Heb.7:25). El es poderoso para guardarlos sin caída, y presentarlos sin mancha delante de Su gloria (Judas 24). Jesús dijo: “Nadie les arrebatará de la mano de mi padre” (Juan 10:29)
Miren, el problema es que Lázaro está muerto por cuatro días (Juan 11). Podemos sacarlo de la tumba, levantarlo, abrir sus ojos, pero él “ya está apestando” (11:39). El necesita escuchar la voz del Hijo de Dios.
Y el pecador está “muerto por cuatro días” en sus pecados. Podemos decirle: “Repite esta oración conmigo.” Pero esto no le ayuda; él necesita escuchar la voz del Hijo de Dios, de otro modo no tendrá vida. Y lo que hace que el oído del pecador escuche, es la Ley. Es la Ley que convierte perfectamente el alma (Salmo 19:7). - Anda a buscar a un pecador y pruébalo.
No estoy hablando de “predicar fuego y azufre”. Esto solo producirá convertidos llenos de miedo. Pero usar la Ley de Dios producirá convertidos llenos de lágrimas.
Al predicar “fuego y azufre”, la gente se convierte porque quiere escapar del infierno. Pero en sus corazones piensan que Dios es duro e injusto, porque no han visto cuán extremamente pecaminoso es su pecado. No entienden que realmente merecen el infierno. Por tanto, tampoco entienden la misericordia y la gracia; y por tanto, no tienen gratitud por Dios y Su misericordia. Pero la gratitud es el primer motivo para evangelizar. No habrá deseos de evangelizar en el corazón de un falso convertido.
Pero el verdadero convertido sabe que ha pecado contra el cielo; que Dios ha visto hasta sus pensamientos más íntimos. Si Dios, en Su santidad, en el día del juicio traerá a la luz todos los pecados secretos del corazón, y todas las evidencias de su pecado, entonces Dios podría agarrarlo como un trapo sucio y echarlo al infierno, y sería justo. Pero en vez de darle justicia, Dios le dio misericordia, en que Cristo murió por él, cuando todavía era un pecador. Entonces, cae sobre sus rodillas ante la cruz llena de sangre, y dice: “Oh Dios, si tú hiciste esto por mí, yo haré cualquier cosa por ti. Yo me deleitaré en hacer tu voluntad. Tu ley está escrita en mi corazón.”
Y como el hombre en el ejemplo del avión, que nunca se quitaría su paracaídas porque sabe que su vida depende de él, así el verdadero convertido, que sabe que tiene que enfrentarse con un Dios santo en el día del juicio, nunca abandonaría la justicia de Dios en Cristo, porque su vida depende de él.

Y ahora, con todas las cabezas levantadas y todos los ojos abiertos, y sin que toque música, yo quiero desafiarles en cuanto a la validez de vuestra salvación. La evangelización moderna dice: “Nunca cuestiones tu salvación.” La Biblia dice exactamente lo contrario. “Examinaos a vosotros mismos si estáis en la fe; probaos a vosotros mismos” (2 Cor.13:5). “Procurad hacer firmes vuestra vocación y elección” (2 Pedro 1:10).
Algunos de ustedes saben que algo está radicalmente equivocado en vuestra vida cristiana. Pierdes tu paz y gozo cuando tu vuelo pasa por turbulencias. No tienes deseos de evangelizar. Nunca caíste sobre tu rostro ante el Dios Todopoderoso, diciendo: “¡He pecado contra ti, oh Dios! ¡Ten misericordia de mí!” Y te falta la gratitud; y no tienes celos por los perdidos. No puedes decir que estás “encendido” para Dios; de hecho estás en peligro de ser llamado “tibio”, y de ser echado fuera en el día del juicio (Apoc.3:16) - cuando multitudes llamarán a Jesús “Señor, Señor”, y El dirá: “Apartaos de mí, hacedores de iniquidad (lo que es contra la ley); yo nunca os conocí” (Mat.7:22-23). No tienes consideración por la Ley divina. La Biblia dice: “Apártese de iniquidad (lo que es contra la ley) todo aquel que invoca el nombre de Cristo” (2 Tim.2:19).
Entonces, hoy necesitas reajustar el motivo de tu entrega. Amigo, no dejes que tu orgullo te detenga. Si estás considerando lo que los demás podrían pensar de ti - esto es orgullo. Prefieres las alabanzas de los hombres en vez de la alabanza que viene de Dios (Juan 12:43). El orgulloso de corazón es abominación al Señor (Prov.16:5). Entonces, humíllate bajo la mano poderosa de Dios, y El te exaltará (1 Pedro 5:5-6). Llámalo reconciliación, o llámalo entrega. Pero no importa cómo lo llames, “procura hacer firme tu vocación y elección”.

domingo, 15 de marzo de 2015

La transformación y su significado en la Biblia.


¿Sabía usted que la Biblia habla acerca de algo conocido como transformación? Estos dos versículos del Nuevo Testamento nos lo muestran:
2 Corintios 3:18: Mas, nosotros todos, a cara descubierta mirando y reflejando como un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Señor Espíritu.
Romanos 12:2: No os amoldéis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestra mente, para que comprobéis cuál sea la voluntad de Dios: lo bueno, lo agradable y lo perfecto.
Así que ¿qué significa ser transformados para nosotros los creyentes? y ¿cómo podemos experimentar la transformación en nuestra vida cristiana?
La definición de la palabra transformación
Según el Diccionario de uso del español de María Moliner, la palabra “transformación” significa “Dar otra forma o aspecto a algo o alguien”. Esto nos proporciona una definición básica de la definición de la transformación como un tipo de cambio.
Sin embargo, para nosotros como cristianos, ¿qué significa la transformación? ¿Significa que nuestro comportamiento se reforma, o se mejora para ser un poco más igual a Cristo o que vivimos practicando una serie de normas y regulaciones? Cuando prestamos atención atentamente a los versículos que se mencionan anteriormente, encontramos que en la Biblia, la transformación realmente significa algo totalmente diferente a todas estas cosas.
En el griego original del Nuevo Testamento, la palabra usada para la transformación es metamorfosis. Según el Diccionario de la RAE, la definición para metamorfosis es “un cambio que experimentan muchos animales durante su desarrollo y que se manifiesta no solo en la variación de forma, sino también en las funciones y en el género de vida”.
Aunque un cambio en apariencia o forma toma lugar, el cambio proviene de la vida del organismo. Una oruga nace de la vida que le causa que llegue a ser una mariposa. No se pone un disfraz de mariposa para actuar como una mariposa. Mientras se alimente, su metabolismo ingiere los nutrientes que consume, los asimila en la oruga y la lleva a crecer para que finalmente la oruga cambie y se convierta en una verdadera mariposa.
Una oruga que se convierte en una mariposa es un cuadro excelente de lo que la Biblia habla acerca de la transformación de los creyentes a la imagen de Cristo.
La transformación que ocurre en nuestra vida cristiana
Cuando oramos para recibir a Cristo como nuestro Salvador, fuimos regenerados o nacidos de nuevo con la vida de Dios para llegar a ser los hijos de Dios. Nacimos de nuevo con la vida divina de Dios en nosotros y esta vida nos transforma a la imagen de Cristo.
Pero al igual que la oruga, es necesario permanecer en el proceso de transformación por medio de comer. En Juan 6:35, Jesús dijo: “Yo soy el pan de vida; el que a Mí viene, nunca tendrá hambre; y el que *en Mí cree, no tendrá sed jamás”. El Señor desea que le tomemos a Él como nuestra comida espiritual. Si queremos crecer y cambiar, es necesario que le comamos a Él todos los días.
Algunas orugas comen solamente un tipo de hoja durante toda su vida. Asimismo, como creyentes, también fuimos hechos para comer un solo tipo de comida espiritual durante toda nuestra vida: Cristo. Cuando le comemos y bebemos, somos suministrados por Su vida para nuestra vida cristiana y crecemos con esa vida. Mientras crecemos, estamos en el proceso mencionado en 2 Corintios 3:18, siendo transformados de un grado de gloria a otro, poco a poco, a la imagen de Cristo.
Al tomar a Cristo como nuestro alimento, más de Su elemento se añade a nosotros y más lo asimilamos. Experimentamos una transformación que no es meramente un cambio externo, sino uno que procede de nuestra nutrición espiritual y de la vida de Dios que opera en nosotros.
El concepto erróneo de la transformación
La transformación no tiene nada que ver con un cambio que surge de hacer el bien o mejorar nuestro comportamiento. Imaginemos a una persona malnutrida, enfermiza y pálida, pero que se pone maquillaje para mejorar su apariencia. Quizás parezca una persona saludable, pero el maquillaje es un cosmético, algo que se aplica externamente. Lo que en realidad necesita esta persona es un cambio genuino que provenga de un proceso interno en su vida. .
Si la misma persona malnutrida y pálida se alimentara de forma saludable, con comida nutritiva, se produciría en ella un cambio muy notable. El color de la persona mejoraría y su cuerpo se fortalecería. Finalmente su apariencia llegaría a estar saludable no a causa de algo que haya intentado hacer externamente, sino a causa de algo que ha cambiado internamente.
Adaptar nuestro comportamiento imitando a Cristo es como si aplicáramos el maquillaje externo. Nuestra condición interna permanece igual, pero intentamos cubrirla por medio de hacer el bien o al intentar mejorar nuestra conducta. Como resultado, lo que las personas ven no es realmente a Cristo mismo quien se refleja exteriormente en nosotros y se expresa en nuestras vidas, sino a personas malnutridas espiritualmente esforzándose por imitar la vida de Cristo de la mejor manera posible.
La transformación genuina es diferente. Un cambio interno toma lugar en nuestro ser a medida que tomamos a Cristo como nuestro alimento y bebida espiritual. Mientras comemos, la vida divina en nosotros puede operar y nuestra “apariencia” mejora gradualmente hasta que espontáneamente comenzamos a expresar a Cristo más en nuestra vida diaria.
Quizás las personas comenten: “Esa persona es muy diferente de lo que antes era. ¿Qué le sucedió?”. La diferencia proviene de ser transformado por la vida de Dios por medio de comer a Cristo y asimilarlo en nuestro ser hasta que le expresemos más y más.
¿Cómo podemos cooperar para ser transformados?
No podemos transformarnos a nosotros mismos, pero si podemos “ser transformados”. Es decir, podemos cooperar con el Señor para que este proceso de transformación se lleve a cabo en nosotros. A fin de ser transformados, es necesario tomar a Cristo como nuestro alimento y nuestra bebida. Podemos hacerlo de muchas maneras, tales como:
  • por medio de invocar Su nombre durante todo el día. 
  • por medio de cantar con nuestro espíritu al Señor.
  • por medio de orar en nuestro espíritu.
  • por medio de dar gracias a Dios.
  • por medio de alabar a Dios.
  • por medio de predicar el evangelio o hablarle a otros acerca de Cristo.

Todas estas son maneras de comer a Cristo como el pan vivo y beberle como el agua viva, para ser transformados.
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viernes, 13 de marzo de 2015

¿Qué significa nacer de nuevo?


Los términos “nacer de nuevo” o “ser regenerado” son relativamente familiares para muchas personas y se asocian con la experiencia de una persona al convertirse en cristiano. Sin embargo, ¿qué significan en realidad estos dos términos? ¿Por qué la Biblia habla de nacer de nuevo?
En esta entrada prestaremos atención al significado y la importancia de “nacer de nuevo”. ¿Acaso quiere decir simplemente que tengamos un nuevo comienzo o un nuevo principio? ¿Acaso tiene que ver con cumplir con una promesa para lograr ser mejores y llevar una vida moral de ahora en adelante, y hacer el bien en vez del mal? ¿Qué sucede si alguien es una persona buena, recta y moral? ¿Acaso es necesario que esa persona nazca de nuevo?
Nicodemo y el Señor Jesús
El Evangelio de Juan nos habla de Nicodemo, un varón moral quien tenía una posición elevada en la religión y en la sociedad. Él acudió a Jesús en privado y le dijo: “Rabí, sabemos que has venido de Dios como maestro”. Las palabras que Nicodemo expresó muestran que él iba en pos de las enseñanzas del Señor.
Es probable que Nicodemo esperaba que el Señor Jesús le enseñara a mejorar su conducta, o cómo ser un mejor fariseo. No obstante, el Señor no le dio enseñanzas. Antes de que Nicodemo le preguntara cualquier cosa, Jesús le dijo: “De cierto, de cierto te digo: Él que no nace de nuevo, no puede ver el reino de Dios”. (Jn. 3:3)
Desconcertado ante tal declaración, Nicodemo le preguntó: “¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo? ¿Puede acaso entrar por segunda vez en el vientre de su madre, y nacer?” (Jn. 3:4).
El Señor le explicó: “De cierto, de cierto te digo: El que no nace de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios. Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es”. (Jn. 3:5-6)
Nicodemo no necesitaba mejores enseñanzas. Lo que él necesitaba era nacer del Espíritu. Él necesitaba otra vida además de su vida humana. Es por esto que el Señor le dijo que tenía que “nacer de nuevo”.
Nuestra necesidad de obtener otra vida: la vida divina de Dios
El Señor le dijo a Nicodemo que a fin de ver y entrar en el reino de Dios, le era necesario nacer de nuevo. ¿Qué quiso decir el Señor aquí?
En el mundo natural, un reino en particular consiste de un cierto tipo de vida. Por ejemplo, el reino vegetal se compone de organismos que contienen la vida vegetal. De igual manera que la vida vegetal se compone de la vida vegetal y el reino animal se compone de la vida animal, asimismo, el reino humano se compone de la vida humana.
La única manera de participar de un reino en particular es poseer la vida de ese reino. Una rosa no puede participar del reino animal porque no tiene la vida animal. De igual manera, un mono no puede participar del reino humano porque no tiene la vida humana. Aún si el mono es un mono excelente, puede caminar con dos patas y vestirse y comportarse como un humano, aún así no forma parte del reino humano. Sencillamente, no tiene la vida humana.
De igual forma, intentar parecernos a Dios o comportarnos como Él, no nos hace parte del reino de Dios. Lo más que puede hacer nuestro excelente comportamiento es ser un buen ejemplo del reino humano.
La única forma de entrar en el reino de Dios es por medio de tener la vida divina de Dios. Y la única manera de tener la vida divina de Dios es por medio de creer en Cristo y nacer de nuevo.
El nacimiento es nuestra entrada
Por medio de nuestro nacimiento físico, recibimos la vida humana y los genes de nuestros padres y entramos en el reino humano. De la misma manera, por medio de nuestro nacimiento espiritual, recibimos los “genes” de Dios, es decir, recibimos Su vida y naturaleza, y entramos en el reino de Dios.
Externamente, Nicodemo no tenía ningún problema moral o pecaminoso. Sin embargo, el Señor le mostró que le hacía falta una cosa bien crucial. Igual que Nicodemo, no importa cuán nobles, buenos o rectos seamos en nuestra vida humana, no poseemos la vida divina. Es necesario nacer de nuevo con la vida divina de Dios.
¿Qué sucede una vez nacemos de nuevo?
Nacer de nuevo, o ser regenerado, sencillamente significa nacer de Dios con la vida de Dios. En 1 Pedro 1:3 dice: “Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que según Su grande misericordia nos ha regenerado para una esperanza viva, mediante la resurrección de Jesucristo de entre los muertos”.
“La regeneración, como la redención y la justificación, es un aspecto de la plena salvación de Dios. La redención y la justificación resuelven el problema que tenemos con Dios y nos reconcilian con Él; la regeneración nos vivifica con la vida de Dios, llevándonos a una relación de vida, una unión orgánica, con Dios”.
Cuando somos salvos, o regenerados, al creer en Cristo, recibimos a Dios mismo como nuestra vida en nuestro espíritu humano. Nuestro espíritu humano nace del Espíritu divino. De esta manera, volver a nacer de nuevo es recibir otra vida aparte de la vida humana, la cual recibimos por medio de nuestro nacimiento natural. Esta otra vida es la vida divina de Dios.
¿Cómo puede alguien nacer de nuevo?
Nacer de nuevo es muy sencillo; no requiere empezar un nuevo capítulo en nuestra vida, sino arrepentirse, es decir, volver nuestro corazón al Señor Jesucristo y creer en todo lo que Él ha hecho por nosotros. Podemos hacer esto al orar de forma genuina, honesta y sencilla de esta manera: “Señor Jesús, te necesito. Creo en Ti. Te recibo ahora mismo como mi vida”.
Si usted ha orado de tal manera al Señor, usted ha nacido de nuevo y tiene a Cristo en usted como su nueva vida. ¡Ha nacido en el reino de Dios!
La simiente incorruptible: la palabra de Dios, la cual vive y permanece para siempre
En 1 Pedro 1:23 dice esto respecto a nacer de nuevo: “Habiendo sido regenerados, no de simiente corruptible, sino de incorruptible, por la palabra de Dios, la cual vive y permanece para siempre”.
La simiente contiene vida. La palabra de Dios como simiente incorruptible contiene la vida de Dios. Por tanto, es viva y permanente. Nosotros fuimos regenerados por medio de esta palabra. La palabra de vida de Dios, la cual es viva y permanente, trasmite la vida de Dios a nuestro espíritu para que seamos regenerados.
Cuando escuchamos a alguien que nos habló la Palabra de Dios y creímos, nacimos de la vida que nos fue transmitida. ¡Alabado sea el Señor! Esto nos debe animar a hablar a otros la palabra de Dios, la cual es viva. Cuando hablamos Su palabra, ésta les transmite vida a otros para que sean regenerados.
¿Qué debemos hacer una vez hayamos nacido de nuevo?
Del mismo modo que con nuestro nacimiento físico, una vez que hayamos nacido de nuevo por medio de la vida divina, este nacimiento es irreversible. No debemos preocuparnos o tener temor de que perderemos la vida divina que recibimos cuando fuimos regenerados. Sencillamente necesitamos salir adelante al crecer en Su vida diariamente.
Al nacer, un bebé necesita principalmente respirar y comer. Un bebé recién nacido no necesita enseñanzas o libros de texto; necesita aire y ser nutrido. Estos aspectos de la vida hacen que el niño crezca de forma espontánea sin tener que esforzarse. El bebé sencillamente respira, se alimenta y crece.

Lo mismo sucede con nuestro nacimiento espiritual. Después de haber nacido de nuevo, necesitamos alimentar esta nueva vida en nuestro espíritu a fin de que crezca. Podemos respirar por medio de orar, beber por medio de invocar el nombre del Señor y ser nutridos por medio de pasar tiempo en la Palabra de Dios y comenzar nuestro día con el Señor. Cuando nos ocupamos de nuestra respiración espiritual, bebida y comida, la vida divina en nuestro ser crecerá y expresaremos más y más a Dios en cada detalle de nuestra vida diaria.    Te invitamos a leer también: elconocimientodelavidaverdadera.blogspot.com

miércoles, 4 de marzo de 2015

¿Qué religión o iglesia estableció Jesucristo?


El evangelio de Mateo es un libro que tiene como tema central  “El Reino”. Desde el principio dice que el mensaje de Juan el bautista fue: “el reino de los cielos se ha acercado” (Mt. 3:2).
Cuando Jesús comenzó su ministerio, el tema de su predicación fue el mismo:   “Desde entonces comenzó Jesús a predicar, y a decir: Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado.” (Mat. 4:17).
Después cundo envió a sus discípulos a predicar les dijo: “A estos doce envió Jesús, y les dio instrucciones, diciendo: Por camino de gentiles no vayáis, y en ciudad de samaritanos no entréis, sino id antes a las ovejas perdidas de la casa de Israel. Y yendo, predicad, diciendo: El reino de los cielos se ha acercado.” (Mat. 10:5-7)
Juan el Bautista anunció que “el reino de los cielos se ha acercado” (Mt. 3:2), pero lo que de hecho sucedió es que vino el hombre Jesús. Esto da a entender que el reino es sencillamente el propio Señor Jesús.
De la parábola del sembrador aprendemos que la semilla sembrada en la tierra (el corazón humano) es “la palabra del reino”.
Cuando una persona recibe la palabra del reino y la acepta, esa persona “nace de nuevo” (Juan 1:12-13; 3:3-5) como un “hijo del reino”. En virtud de ese nuevo nacimiento espiritual, ahora esa persona ha llegado a formar parte de la iglesia o cuerpo de Cristo. Cristo viene al corazón a residir como “el Espíritu vivificante” (Juan 14:23; 1Cor. 15:45).
Ahora en cualquier lugar donde ese “Cristiano” esté, ahí está la iglesia.
Cuando se reúna con otros “hijos del reino” estará la iglesia reunida. La vida de estos miembros del “cuerpo de Cristo” es una vida de “negarse a sí mismos” para hacer la voluntad de Su Señor. Ellos saben cuál es esa voluntad porque son guiados por el Espíritu, de hecho viven en el Espíritu, lo cual significa que es “Cristo el Espíritu” el que les enseña lo que deben hacer, les ilumina y revela “la voluntad de Dios” a partir de la lectura y meditación de la Sagradas Escrituras junto con tiempos de oración.

En el cristianismo organizado o institucional (religiones cristianas), se congrega una gran cantidad de personas que oyen la “palabra del reino”, pero que caen dentro de la categoría de cualquiera de los cuatro tipos de tierra de la parábola del sembrador. El conjunto total de estos cristianos nominales constituye solamente una apariencia del reino, a la porción de cristianos genuinos “nacidos de nuevo” le corresponde la designación de la realidad del reino. Entendemos entonces que dentro de toda iglesia cristiana hay una mezcla  de cristianos verdaderos con cristianos falsos o de apariencia. Esta verdad fue enseñada por Jesús en la parábola del trigo y la cizaña la cual consideraremos en el siguiente post de este blog.elconocimientodelavidacristiana.blogspot.com