Por: Ray Comfort
En
los años setenta tuve acceso a unas estadísticas de crecimiento de iglesias.
Para mi horror, descubrí que 80 a 90% de las personas que hacen una decisión
para Cristo, se apartan de la fe. - Una de las denominaciones más grandes en
Estados Unidos, en el año 1991, consiguió 294'000 decisiones para Cristo. Pero
encontraron a solo 14'000 de estas personas siguiendo a Cristo. Esto significa
que 280'000 de estas decisiones eran falsas; y los evangélicos modernos toman
estos resultados como algo normal.
Cuando descubrí esto, me preocupó mucho. Me puse a estudiar intensamente el
libro de Romanos, y la predicación evangelística de hombres como Spurgeon,
Wesley, Moody, Finney, Whitefield, Lutero, y otros que fueron grandemente
usados por Dios. Encontré que ellos utilizaron un principio que es casi
completamente olvidado por las modernas iglesias evangélicas.
La
Biblia dice en Salmo 19:7, “La Ley de Jehová es perfecta, que convierte
el alma.” ¿Cuál es la cosa perfecta que convierte el alma? - “La Ley
de Jehová es perfecta, que convierte el alma.”
Para ilustrar la función de la Ley de Dios, hablaremos un poco de la ley civil.
Suponemos que yo te digo: “Tengo una buena noticia para ti. Alguien acaba de
pagar una multa de 25'000 dólares por ti.” - Tú probablemente reaccionas: “¿De
qué estás hablando? No lo entiendo. Yo no tengo una multa de 25'000 dólares.” -
Mi “buena noticia” sería una locura para ti. Incluso podría ser ofensiva,
porque yo estoy implicando que tú has quebrantado la ley, mientras tú piensas
que eres inocente.
Pero todo esto haría mucho más sentido si yo dijera: “Mientras tú manejaste tu
taxi, has pasado con 90 kilómetros por hora por una zona restringida donde se
encuentra un asilo de niños ciegos. Había diez señales claras indicando que la
velocidad máxima era de 25 kilómetros por hora; pero tú has seguido de frente
con 90 kilómetros por hora. Lo que hiciste fue extremamente peligroso; la
policía te observó y te puso una multa de 25'000 dólares. Ya te iban a cobrar,
cuando apareció alguien que tú ni siquiera conoces, y pagó la multa por ti.
Realmente eres muy afortunado.”
Si yo te digo primero exactamente lo que hiciste mal, entonces la buena
noticia tiene sentido. Pero si yo no te hago entender claramente que
quebrantaste la ley, entonces la buena noticia parece locura.
De
la misma manera, si yo enfrento a un pecador no arrepentido y le digo,
“Jesucristo murió en la cruz por tus pecados”, esto será una locura y una
ofensa para él. El piensa que no es un pecador, y que muchos otros son mucho
peor que él.
Pero si yo tomo el tiempo de abrir para él la Ley de Dios, los Diez
Mandamientos, y le demuestro exactamente lo que hizo mal, y que él ha ofendido
a Dios, quebrantando Su Ley, entonces él “queda convicto por la ley como
transgresor” (Stgo. 2:9). Y entonces la buena noticia acerca de la multa pagada
será “el poder de Dios para salvación” (Rom.1:16).
Ahora,
con esto en mente, miremos a Romanos 3:19. “Pero sabemos que todo lo que la ley
dice, lo dice a los que están bajo la ley, para que toda boca se cierre y todo
el mundo quede bajo el juicio de Dios.”
Entonces, una función de la ley es cerrar la boca de los pecadores, para que ya
no se justifiquen a sí mismos.
Verso 20: “...porque por medio de la ley es el conocimiento del pecado.” La Ley
de Dios nos dice qué es el pecado. 1 Juan 3:4 dice: “El pecado es la
transgresión de la ley.” - Gálatas 3:24: “La ley ha sido nuestro ayo, para
llevarnos a Cristo, a fin de que fuésemos justificados por la fe.” - La Ley no
nos ayuda; nos hace ver que no podemos ayudarnos a nosotros mismos. La Ley no
nos justifica; nos hace ver que somos culpables ante el juicio del Dios Santo.
La tragedia de la evangelización moderna es que hace unos cien años empezó a
pasar por alto la capacidad de la Ley para convertir el alma. Entonces,
tuvieron que encontrar una razón diferente para que los pecadores respondan al
evangelio. La razón moderna es ahora “para vivir mejor”. - “Jesucristo te dará
paz, gozo, amor, y felicidad.”
Esta enseñanza es muy popular, pero no es bíblica. Para ilustrarlo, contaré una
anécdota:
Dos
hombres están sentados en un avión. El primero recibe un paracaídas, y le dicen
que debía ponérselo para mejorar su vuelo. El hombre tiene sus dudas, pero por
fin decide probarlo. Al ponerse el paracaídas, siente el peso sobre sus hombros
y encuentra que tiene dificultades de sentarse derecho. Pero se recuerda que
esto debía mejorar la calidad de su viaje, entonces decide tener paciencia. Sin
embargo, algunos otros pasajeros empiezan a reírse de él. El se siente
humillado. Por fin no lo soporta más, se quita el paracaídas y lo tira al piso.
Siente que le mintieron, porque el paracaídas no mejoró su vuelo en nada.
El segundo hombre recibe también un paracaídas, pero le dicen algo diferente.
Le dicen que en cualquier momento, él tendrá que saltar del avión desde una
altura de 8000 metros. Muy agradecido, él se pone el paracaídas. No siente el peso,
ni la dificultad de sentarse derecho. En cambio, medita en lo que le podría
pasar si tuviera que saltar sin este paracaídas. El sabe que el paracaídas le
salvará de una muerte segura.
¿Qué
dice el evangelio moderno? - “Ponte al Señor Jesucristo. El mejorará tu vida.”
El pecador responde a esta invitación y “prueba” al Señor para ver si esto es
verdad. ¿Pero qué experimenta? La tentación, tribulación y persecución que la
Biblia promete a los cristianos. Los demás se ríen de él. Entonces ¿qué hace?
“Tropieza por causa de la palabra” (Marcos 4:17) y se quita al Señor. Es que le
hicieron una promesa falsa. Al final, este hombre está peor que antes, porque
ahora está amargado contra el evangelio.
En
vez de predicar que Jesús mejora nuestro vuelo, debemos advertir a los
pasajeros que en algún momento tendrán que saltar. Que “está establecido para
los hombres que mueran una sola vez, y después de esto el juicio” (Hebr.9:27).
Una vez que un pecador comprende las consecuencias terribles del quebrantar la
Ley de Dios, huirá a su Salvador. Dios “ahora manda a todos los hombres en todo
lugar, que se arrepientan” - ¿por qué? - “por cuanto ha establecido un día en
el cual juzgará al mundo con justicia...” (Hechos 17:30-31). Esto es lo que
debemos predicar.
El asunto es la justicia, no la felicidad. No importa cuán feliz sea un pecador
- sin la justicia de Cristo perecerá en el día de la ira de Dios. La paz y el
gozo son frutos legítimos de la salvación; pero no es legítimo usar estos
frutos como un cebo para atraer a los pecadores. Si hacemos esto, los pecadores
responderán con motivos impuros, y les faltará el arrepentimiento.
¿Te recuerdas la razón por qué el segundo pasajero tenía paz y gozo en su
corazón? Fue porque sabía que el paracaídas le iba a salvar de una muerte
segura. Como un verdadero creyente, puedo saber que la justicia de Cristo me
salvará de la ira venidera.
Entonces,
el segundo pasajero no se molestará con el paracaídas cuando los otros
pasajeros se ríen de él, o cuando el vuelo es turbulento, o cuando la azafata
le echa el café caliente sobre sus piernas. De la misma manera, el verdadero
creyente no se molestará con Dios cuando la tribulación viene o cuando otros
nos ridiculizan. No hemos venido a Cristo para vivir más felices, sino para ser
salvos en el juicio de Dios. Tristemente, tenemos a multitudes de cristianos
que pierden su gozo y paz cuando pasan por turbulencias. ¿Por qué? Ellos son el
producto de un evangelio centrado en el hombre, no en Dios. Les falta el
arrepentimiento que es necesario para la salvación.
A.B.
Earl dijo: “Encontré por experiencia, que las amenazas más severas de la Ley de
Dios son lo más importante en guiar a personas a Cristo. Ellos tienen que ver
que son perdidos, antes que clamen por misericordia; ellos no huirán del peligro
hasta que lo vean.” - A.B.Earl fue un evangelista famoso del siglo XIX que ganó
a 150'000 convertidos. Satanás no quiere que entiendas esto; entonces escucha
muy bien. A.B. Earl dijo: “Encontré por experiencia, que las amenazas más
severas de la Ley de Dios son lo más importante en guiar a personas a Cristo.
Ellos tienen que ver que son perdidos, antes que clamen por misericordia; ellos
no huirán del peligro hasta que lo vean.”
Nosotros
hemos ofrecido la medicina, antes de hacer entender la enfermedad. Si yo
testifico a alguien en el sur de California, casi siempre resulta que la
persona ya ha “nacido de nuevo” seis o siete veces. Le digo: “Tienes que
entregar tu vida a Jesucristo”, y él me responde: “Ah, sí, yo hice esto cuando
tuve siete, once, diecisiete, veintitrés, veinticinco, treinta y dos años...”
Este muchacho no es un cristiano. El es un fornicario y un blasfemo, pero él
cree que es salvo porque ha “entregado su vida a Cristo.” El usa la gracia de
Dios como una oportunidad para la carne. El no aprecia el sacrificio; él
pisotea la sangre de Cristo (Hebr.10:29). ¿Por qué? Porque nunca fue convencido
de su enfermedad, para que pueda apreciar la medicina.
La
evangelización bíblica es siempre la Ley para los orgullosos, y la gracia para
los humildes. Nunca vemos a Jesús dando el evangelio, la gracia de Dios, a una
persona orgullosa, arrogante, autosuficiente. Nunca. Con la Ley, El quebranta
el corazón duro, y con el evangelio, El sana el corazón quebrantado. Dios
resiste a los orgullosos, y da gracia a los humildes (Stgo.4:6, 1 Pedro 5:5).
Las
señoras deben entender este ejemplo: Estás limpiando la mesa de la sala; ya se
ve toda limpia. Después abres las cortinas, y la luz del sol cae a la sala.
¿Qué ves en la mesa? Polvo. ¿Qué ves en el aire? Polvo. ¿Fue la luz que creó el
polvo? No, la luz solo lo expone. Cuando tomamos el tiempo de abrir las
cortinas ante el Lugar Santísimo, y dejamos que la luz de la Ley de Dios
alumbre el corazón del pecador, entonces él se ve tal como es en realidad. “El
mandamiento es una lámpara y la Ley es luz” (Prov.6:23).
En
este punto, me gustaría contarles cómo yo personalmente doy testimonio.
Yo
nunca me acercaría a alguien diciendo: “Jesús te ama.” - Tampoco empezaría una
conversación diciendo: “Quisiera hablarle acerca de Jesucristo.” - Si tú
estuvieras durmiendo y yo quisiera despertarte, yo no alumbraría tus ojos de
frente con una luz brillante. Yo empezaría con una luz atenuada y la haría poco
a poco más fuerte. - En una conversación evangelística, yo empezaría con algo natural
y solo después pasaría a lo espiritual. Porque “el hombre natural no recibe las
cosas del espíritu de Dios...” (1 Cor.2:14)
Vemos
el ejemplo de Jesús en Juan 4. El empezó a conversar con la mujer sobre algo
natural (el agua); después habló de cosas espirituales; trajo convicción por
medio del Séptimo Mandamiento; y después se reveló a sí mismo como Mesías.
Entonces, si yo hablo con alguien, yo hablo primero sobre el clima, o sobre el
deporte; llego a conocerle mejor; quizás hago unos chistes; y después hablo de
lo espiritual.
Yo uso muchos folletos; y nuestros folletos siempre tienen un inicio poco
usual. Por ejemplo, uno de ellos empieza mostrando una ilusión óptica. - O yo
digo: “Tengo un regalo para Ud.”, y le doy una moneda que tiene en su reverso
los Diez Mandamientos grabados. (Tenemos una máquina que hace esta grabación.
En nuestro país es legal hacer esto; es considerado arte.) “Oh - ¿qué es esto?”
- “Una moneda con los Diez Mandamientos, los grabé con mis dientes...” - Con
esto estoy probando si la persona está abierta para cosas espirituales. Si él
dice: “¿Diez Mandamientos? No, gracias”, entonces no está abierto. Pero la
reacción normal es: “¿Diez Mandamientos? - ¡Muchas gracias! Yo aprecio esto.”
- Yo digo: “Ah, ¿Ud. piensa que ha guardado los Diez Mandamientos?” - “Ah, sí...
bastante.” - Yo digo: “Vamos a ver. ¿Alguna vez mintió?” - “Ah, sí... una o dos
veces.” - “Entonces ¿qué hace esto de Ud.?” - “Un pecador.” - Yo digo: “No, no.
Específicamente, ¿qué es Ud. entonces?” - “Vaya, hombre, yo no soy un
mentiroso.” - “¿Cuántas mentiras entonces tiene que decir uno para ser un
mentiroso? ¿Diez mil y tantas? ¿No es cierto que si Ud. dice una sola mentira,
esto hace un mentiroso de Ud.?” - El dice... “Bueno... parece que tiene razón.”
- Yo digo: “¿Alguna vez Ud. ha robado algo?” - “No.” - “Yo no le creo. Ud.
acaba de admitir que es un mentiroso”, yo digo. “¿Alguna vez Ud. ha robado
algo, aunque sea algo muy pequeño?” - y él dice: “Sí.” - “Entonces, ¿qué hace
esto de Ud.?” - El dice: “Un ladrón.”
- Yo continúo: “Jesús dijo: Si miras a una mujer para codiciarla, estás
adulterando con ella en tu corazón (Mat.5:28). ¿Ud. alguna vez hizo esto?” -
“Sí, muchas veces.” - “Entonces, como Ud. mismo admite, Ud. es un mentiroso,
ladrón, y adúltero de corazón, y Ud. tendrá que enfrentarse con Dios en el día
del juicio. Y hemos examinado solo tres de los Diez Mandamientos. Hay otros
siete que están apuntados contra Ud. como cañones. ¿Alguna vez Ud. usó el
nombre de Dios en vano?” - “Sí... estoy intentando ya no hacerlo.” - “¿Ud. sabe
qué está haciendo? En vez de decir una grosería que empieza con “m” para
expresar su desagrado, Ud. usa el nombre de Dios en su lugar. Esto se llama
blasfemia; y la Biblia dice: De toda palabra ociosa que hablen los hombres, de
ella darán cuenta en el día del juicio. (Mat.12:36). - La Biblia dice también
que si Ud. odia alguien, Ud. es un asesino (1 Juan 3:15).”
Ahora,
lo maravilloso acerca de la Ley de Dios es que Dios la escribió en nuestro
corazón. (Rom.2:15) - “Conciencia” significa “con conocimiento” (“ciencia” =
“conocimiento”). Entonces, cuando una persona miente, codicia, fornica,
blasfema, lo hace con conocimiento de que está mal. Dios ha dado luz a
cada persona. El Espíritu Santo los convence del pecado, de la justicia, y del
juicio (Juan 16:8). Su conciencia le acusa, y la Ley le condena.
Entonces
yo digo: “Si Dios le juzga a Ud. según este estándar en el día del juicio, ¿Ud.
será inocente o culpable?” - El dice: “Culpable.” - Yo digo: “¿Y Ud. piensa que
irá al cielo o al infierno?” - La respuesta usual es: “Al cielo.” - Este es el
producto del evangelio moderno. Yo digo: “¿Por qué piensa Ud. así? Piensa Ud.
que Dios es simplemente tan bueno que El pasará por alto los pecados de Ud.?” -
El dice: “Sí, eso es. El va a pasar por alto mis pecados.”
- “Bueno, intente hacer esto en una audiencia judicial. Ud. cometió una
violación, un asesinato, y tráfico de drogas - crímenes muy serios. El juez
dice: ‘Ud. es culpable. Toda la evidencia está aquí. ¿Tiene Ud. algo más que
decir antes de escuchar la sentencia?’ Y Ud. dice: ‘Si, señor juez. Yo quisiera
decir que yo creo que Ud. es un hombre bueno, y por tanto pasará por alto mis
crímenes.’ El juez dirá probablemente: ‘En una cosa Ud. tiene razón, yo soy un
hombre bueno. Y por causa de mi bondad, tengo que ver que se haga
justicia. Por causa de mi bondad, yo tengo que asegurar que Ud. reciba
su castigo justo.’ “
Y la misma cosa que los pecadores creen que les salvará en el día del juicio,
la bondad de Dios, será la cosa que les condena. Por la razón de que Dios es
bueno, él tiene que castigar todo pecado.
Entonces,
con este conocimiento, el hombre es ahora capaz de comprender. El entiende
ahora que el pecado es en primer lugar vertical: no es tanto un asunto de haber
ofendido a otras personas, como de haber ofendido a Dios. “He pecado contra el
cielo”, dijo el Hijo Pródigo (Luc.15:21). “Contra ti, contra ti solo he
pecado”, dijo David (Sal.51:4). El entiende ahora que la ira de Dios está sobre
él (Juan 3:36), que él “fue pesado en la balanza” de la justicia eterna, “y fue
hallado falto” (Dan.5:27). Ahora él entiende que necesita un sacrificio
(Gál.3:13, Rom.5:8). Hemos quebrantado la Ley, El pagó la multa. Tan sencillo
es. Y si alguien se arrepiente y pone su fe en Jesús, Dios va a remover sus
pecados.
No
tengo tiempo de compartir muchas citas históricas con ustedes; mencionaré solo
algunas.
Juan
Wiclif, el traductor de la Biblia, dijo: “El servicio más sublime que un hombre
podrá obtener en la tierra, es predicar la Ley de Dios.” ¿Por qué? Porque
guiará a los pecadores hacia la fe en Cristo.
Lutero
dijo: “El primer deber de un predicador del evangelio es declarar la Ley de
Dios, y de demostrar la naturaleza del pecado.”
Estos hombres sabían que si no utilizamos la Ley en la proclamación del evangelio,
llenaremos la iglesia con falsos convertidos.
Lutero
dijo también: “Satanás, el dios te toda disensión, levanta diariamente nuevas
sectas. Y últimamente, como yo nunca lo había previsto ni sospechado, él ha
levantado una tal secta que enseña que no se debe atemorizar a los hombres con
la ley, sino solo animarles suavemente con la predicación de la gracia de
Cristo.”
- ¿Qué es lo que dice Lutero? El dice: Escuchen, muchachos. Acaba de levantarse
una secta satánica. Ellos enseñan que no se debe atemorizar a los hombres con
la ley, sino solo animarles suavemente con la predicación de la gracia de
Cristo. Esto resume perfectamente casi toda nuestra evangelización moderna.
John
Wesley escribió a un joven evangelista: “Predica 90% la ley y 10% la gracia.”
- ¿No sería mejor 50/50? - Imaginémonos que soy un médico, y tú eres el
paciente. Tienes una enfermedad mortal. Yo tengo una cura; pero es
absolutamente esencial que tú hagas caso a cada detalle de la cura, de otro
modo no funcionará. Probablemente yo diría algo como esto: “Tome asiento. Tengo
una noticia muy seria para Ud. Ud. tiene una enfermedad mortal.” - Veo que
empiezas a temblar. Yo pienso: “Está bien. El está viendo que la situación es
seria.” Yo traigo diagramas; traigo placas de rayos X. Te demuestro como el
veneno se propaga por tu cuerpo. Te hablo por diez minutos completos
acerca de esta enfermedad terrible. Después de esto, ¿cuánto tiempo piensas que
tendré que hablarte acerca de la cura? No mucho. Cuando estás allí temblando
después de estos diez minutos, yo digo: “Ah, hay un remedio contra esto.” Tú
agarras la medicina y te la tragas. Tu conocimiento acerca de la enfermedad y
sus terribles consecuencias te hizo desear la cura.
Mira,
antes de ser cristiano, yo no tenía más deseo de justicia, de lo que un chico
de cuatro años tiene deseos de bañarse. - Jesús dice: “Bienaventurados los que
tienen hambre y sed de justicia.”
¿Cuántos no creyentes conoces que tienen hambre y sed de justicia? La Biblia
dice: “No hay ninguno que busque a Dios” (Rom.3:11). Ellos aman la oscuridad,
odian la luz, y no vendrán a la luz para que sus obras no sean expuestas (Juan
3:19-20). Pero cuando yo fui confrontado con la Ley de Dios y vio que era
espiritual, yo entendí que Dios requiere verdad en mis partes más íntimas
(Sal.51:6); que El miraba mis pensamientos y calificaba mi lascivia igual como
adulterio, mi odio igual como asesinato, yo empecé a decir: “Veo que soy
condenado. ¿Qué tengo que hacer para ser justificado?” - La Ley me dio hambre y
sed de justicia.
Charles
Spurgeon dijo: “Ellos nunca aceptarán la gracia, antes que tiemblen ante una
Ley justa y santa.”
Charles Finney dijo: “En todas partes, la Ley tiene que preparar el camino para
el evangelio. Pasar esto por alto, resultará en una esperanza falsa, en un estándar
falso en cuanto a la experiencia cristiana, y en iglesias llenas de falsos
convertidos.”
David
Wilkerson, cuando me llamó por teléfono, la primero cosa que dijo era: “Yo
pensaba que yo era el único que no cree en ‘seguimiento’ “.
Ahora, yo creo en alimentar a los nuevos convertidos; yo creo en el discipulado
- esto es bíblico y necesario. Pero no creo en “seguirle”. No encuentro esto en
las Escrituras.
El eunuco de Etiopía se quedó sin “seguimiento”. ¿Cómo podía sobrevivir?
Todo lo que tenía era Dios y las Escrituras.
Ahora
déjenme explicar “seguimiento” para los que no conocen este concepto. Es cuando
suceden “decisiones” en una campaña, o en la iglesia local, y retiramos a
algunos de los pocos obreros de la cosecha, y les damos la tarea desesperante
de correr detrás de estos “nuevos convertidos” para asegurar que sigan adelante
con Dios. Al hacer esto, admitimos que tenemos muy poca confianza en el poder
de nuestro mensaje, y en el poder de Dios para guardar a los suyos.
Si Dios los salvó, Dios los guardará. Si han nacido de Dios, nunca morirán. Si
El empezó la buena obra en ellos, El la completará hasta Su día (Fil.1:6). Si
El es el autor de su fe, El será también su consumador (Heb.12:2). El es capaz
de salvar perpetuamente a aquel que se le acerca (Heb.7:25). El es poderoso
para guardarlos sin caída, y presentarlos sin mancha delante de Su gloria
(Judas 24). Jesús dijo: “Nadie les arrebatará de la mano de mi padre” (Juan
10:29)
Miren,
el problema es que Lázaro está muerto por cuatro días (Juan 11). Podemos
sacarlo de la tumba, levantarlo, abrir sus ojos, pero él “ya está apestando”
(11:39). El necesita escuchar la voz del Hijo de Dios.
Y el pecador está “muerto por cuatro días” en sus pecados. Podemos decirle:
“Repite esta oración conmigo.” Pero esto no le ayuda; él necesita escuchar la
voz del Hijo de Dios, de otro modo no tendrá vida. Y lo que hace que el oído
del pecador escuche, es la Ley. Es la Ley que convierte perfectamente el alma
(Salmo 19:7). - Anda a buscar a un pecador y pruébalo.
No
estoy hablando de “predicar fuego y azufre”. Esto solo producirá convertidos
llenos de miedo. Pero usar la Ley de Dios producirá convertidos llenos de
lágrimas.
Al predicar “fuego y azufre”, la gente se convierte porque quiere escapar del
infierno. Pero en sus corazones piensan que Dios es duro e injusto, porque no
han visto cuán extremamente pecaminoso es su pecado. No entienden que realmente
merecen el infierno. Por tanto, tampoco entienden la misericordia y la
gracia; y por tanto, no tienen gratitud por Dios y Su misericordia. Pero la
gratitud es el primer motivo para evangelizar. No habrá deseos de evangelizar
en el corazón de un falso convertido.
Pero
el verdadero convertido sabe que ha pecado contra el cielo; que Dios ha visto
hasta sus pensamientos más íntimos. Si Dios, en Su santidad, en el día del
juicio traerá a la luz todos los pecados secretos del corazón, y todas las
evidencias de su pecado, entonces Dios podría agarrarlo como un trapo sucio y
echarlo al infierno, y sería justo. Pero en vez de darle justicia, Dios le dio
misericordia, en que Cristo murió por él, cuando todavía era un pecador.
Entonces, cae sobre sus rodillas ante la cruz llena de sangre, y dice: “Oh
Dios, si tú hiciste esto por mí, yo haré cualquier cosa por ti. Yo me deleitaré
en hacer tu voluntad. Tu ley está escrita en mi corazón.”
Y como el hombre en el ejemplo del avión, que nunca se quitaría su paracaídas
porque sabe que su vida depende de él, así el verdadero convertido, que sabe
que tiene que enfrentarse con un Dios santo en el día del juicio, nunca
abandonaría la justicia de Dios en Cristo, porque su vida depende de él.
Y
ahora, con todas las cabezas levantadas y todos los ojos abiertos, y sin que
toque música, yo quiero desafiarles en cuanto a la validez de vuestra
salvación. La evangelización moderna dice: “Nunca cuestiones tu salvación.” La
Biblia dice exactamente lo contrario. “Examinaos a vosotros mismos si estáis en
la fe; probaos a vosotros mismos” (2 Cor.13:5). “Procurad hacer firmes vuestra
vocación y elección” (2 Pedro 1:10).
Algunos de ustedes saben que algo está radicalmente equivocado en vuestra vida
cristiana. Pierdes tu paz y gozo cuando tu vuelo pasa por turbulencias. No
tienes deseos de evangelizar. Nunca caíste sobre tu rostro ante el Dios
Todopoderoso, diciendo: “¡He pecado contra ti, oh Dios! ¡Ten misericordia de
mí!” Y te falta la gratitud; y no tienes celos por los perdidos. No puedes
decir que estás “encendido” para Dios; de hecho estás en peligro de ser llamado
“tibio”, y de ser echado fuera en el día del juicio (Apoc.3:16) - cuando
multitudes llamarán a Jesús “Señor, Señor”, y El dirá: “Apartaos de mí,
hacedores de iniquidad (lo que es contra la ley); yo nunca os conocí”
(Mat.7:22-23). No tienes consideración por la Ley divina. La Biblia dice:
“Apártese de iniquidad (lo que es contra la ley) todo aquel que invoca
el nombre de Cristo” (2 Tim.2:19).
Entonces, hoy necesitas reajustar el motivo de tu entrega. Amigo, no dejes que
tu orgullo te detenga. Si estás considerando lo que los demás podrían pensar de
ti - esto es orgullo. Prefieres las alabanzas de los hombres en vez de la
alabanza que viene de Dios (Juan 12:43). El orgulloso de corazón es abominación
al Señor (Prov.16:5). Entonces, humíllate bajo la mano poderosa de Dios, y El
te exaltará (1 Pedro 5:5-6). Llámalo reconciliación, o llámalo entrega. Pero no
importa cómo lo llames, “procura hacer firme tu vocación y elección”.