sábado, 4 de abril de 2015

¿Qué fue lo que verdaderamente sucedió en el huerto de Edén?



La mayoría de nosotros estamos familiarizados con la historia de Adán y Eva en el huerto de Edén.  La desobediencia de Adán y Eva para con Dios es lo que nos llama la atención usualmente en esta historia y con gran razón. Desobedecer a Dios es un asunto serio.
Pero alguna vez se ha preguntado: ¿Qué hay de malo en comer del árbol del conocimiento? ¿Cómo es posible que comer del árbol del conocimiento conduzca a la caída del hombre? y cuando Dios le dijo a Adán y Eva que no comieran de ese árbol, ¿acaso los estaba poniendo a prueba para ver si eran capaces de obedecerle?
Puesto que Adán y Eva desobedecieron a Dios y comieron de ese árbol, Dios no podía ignorarlo. Tenía que castigarlos y expulsarlos del huerto.
Pero ¿Acaso la explicación anterior representa toda la historia?

Un problema mayor
Supongamos que una madre le dice a su hijo: “no bebas de esa botella. Es peligroso”. Ella le dice eso porque la botella contiene algo venenoso. ¿Acaso ese mandato representa una prueba? claro que no. El mandato de la madre es de hecho una advertencia amorosa. Si el hijo desobedece y bebe de la botella, ciertamente, la desobediencia se convierte en un problema. Pero ahora el hijo ha sido envenenado y eso si que es un problema mayor.
Esto es muy parecido a la situación que estaba ocurriendo con Adán y Eva en el huerto. El problema no sólo fue que desobedecieron. El problema mayor fue lo que ingirieron.

Dos árboles
La encomendación de Dios para con Adán y Eva, quienes representaban a toda la humanidad, era que los protegería del árbol del conocimiento, del bien y del mal. Ese árbol venenoso representa a Satanás quien es el origen de la muerte.
Satanás, el enemigo de Dios, quería que Adán y Eva desobedecieran a Dios, pues él sabía que al comer del árbol del conocimiento, ellos se impregnarían de su naturaleza maligna y se corromperían por el pecado y la muerte para siempre.
Sin embargo, aparte del árbol del conocimiento, había otro árbol en el huerto: el árbol de la vida. Este árbol representa a Dios, el origen de la vida. Dios quería que el hombre participara del árbol de la vida para que le recibiera como la vida divina.
Aun así, Dios quería que el hombre usara su libre albedrío para escogerle. El hombre tenía la opción de hacer caso o no a esta advertencia. El hombre tenía su propia decisión.

¿De qué se impregnaron Adán y Eva?
Satanás se mostró a Eva disfrazado de serpiente y le habló astutamente. Distorsionando las palabras de Dios y hablando mentiras descaradas, Satanás insinuó que Dios estaba ocultándoles algo bueno y logró que Eva dudara del buen corazón de Dios hacia ellos.
Y cuando la mujer vio que el árbol era bueno para comer y que era deleitoso a los ojos, y árbol deseable para alcanzar la sabiduría, tomó de su fruto y comió; y dio también a su marido, con ella, y él comió”. (Gn. 3:6).
Al desobedecer a Dios, Adán y Eva se impregnaron de la naturaleza venenosa del diablo, representado por ese árbol. Las consecuencias de lo que hicieron fueron profundas, pues nos siguen afectando, aún hoy día (Romanos 7:17-23; 8:7; Gálatas 5:17) (Juan 1:12 --- 8:44;  1Juan 3:1,2 --- 3:9,10).
Vimos que Dios advirtió a Adán y Eva que no comieran del árbol del conocimiento del bien y del mal a fin de protegerlos.  Al comer de ese árbol, Adán y Eva no sólo desobedecieron a Dios, lo cual es un asunto serio, sino también fueron envenenados. Ahora discutiremos cómo ese envenenamiento nos afecta hoy día y qué es lo que Dios está haciendo a fin de recobrarnos.

El efecto del veneno
Primero, nuestro espíritu humano, la parte más profunda hecha por Dios específicamente para contactar, recibir y contener a Dios, fue amortecido (Ef. 2:1). Aunque fuimos creados con la capacidad de tener una relación amorosa e íntima con Dios, que nuestro espíritu se haya amortecido nos volvió  incapaces aún para contactarle a Él.
Además, nuestra alma: mente, emoción y voluntad, fueron totalmente envenenadas por la naturaleza maligna de Satanás. Nuestra mente, la parte principal de nuestra alma, se oscureció en su entendimiento, no puede comprender las cosas de Dios. ¡El daño fue tan extenso que hasta llegamos a ser enemigos de Dios en nuestra mente (Col. 1:21)! Nuestra alma fue invadida completamente por el enemigo de Dios: Satanás.
Finalmente, nuestro cuerpo, el cual fue creado por Dios puro y sin mancha fue corrompido a causa de la debilidad y la muerte y vino a ser carne de pecado. Esta carne de pecado con sus lujurias llego a ser una influencia maligna sobre todo nuestro ser.
Estas son las consecuencias de lo que verdaderamente sucedió en el huerto de Edén.

La salvación
No nos cuesta trabajo ver que lo que verdaderamente necesitamos es la salvación. Necesitamos ser perdonados de lo que hemos hecho y necesitamos ser salvos de lo que hemos llegado a ser. La salvación completa que Dios efectúa incluye ambos.
Jesucristo vino y murió por nosotros como nuestro substituto. En la cruz, Él fue juzgado y condenado por Dios en nuestro lugar:
“Porque también Cristo padeció una sola vez por los pecados, el Justo por los injustos, para llevaros a Dios, siendo muerto en la carne, pero vivificado en el Espíritu”  (1 P. 3:18).
Cuando nos arrepentimos y creemos en Jesucristo y en todo lo que Él hizo por nosotros, somos perdonados de nuestros pecados. (Mateo 4:17).
Y eso no lo es todo. La Biblia nos dice que cuando Cristo se levantó de entre los muertos,  en su resurrección Él “llegó a ser el Espíritu vivificante” (1 Cor. 15:45). Como el Espíritu, Cristo entró en nuestro espíritu amortecido y lo avivó, y nacimos de nuevo con la vida eterna de Dios. ¡Esto era lo que Él deseaba para nosotros desde Edén! Ahora, la vida divina de Dios en nosotros  nos salva de las consecuencias venenosas de lo sucedido en el huerto de Edén (Juan 10:10).

Esto es sólo el principio
Recibir la vida eterna de Dios es sólo el principio de la salvación completa en Cristo que Dios efectúa en nosotros.
Desde nuestro espíritu, Dios comienza a restaurar y avivar las partes dañadas de nuestra alma: nuestra mente, emoción y voluntad. Dios transforma nuestra alma con Su vida divina maravillosa hasta que lo que pensamos, sentimos, y decidimos están en plena armonía con Él (Romanos 12:2; Titi 3:5; Gálatas 5:19-24).
¡La restauración que Dios efectúa también incluye nuestros cuerpos, a los cuales el Espíritu vivifica (Romanos 8:11; Filipenses 3:21)  para que finalmente cada parte de nuestro ser sea llena de la vida divina! ¡Qué salvación tan completa y maravillosa tenemos en Cristo!

Al darnos cuenta de lo que verdaderamente sucedió en el huerto de Edén como resultado de un simple acto de desobediencia podemos apreciar el alcance de la salvación de Dios, la cual es para Su propósito. ¿Cómo podremos negarnos a amar a nuestro Señor Jesucristo y permitirle crecer en nosotros?  
Lea tabién el blog hermano:  elconocimientodelavidacristiana.blogspot.com

No hay comentarios.:

Publicar un comentario