Normalmente no pensaríamos que la
palabra esencia se relaciona con la Biblia. No obstante, la palabra
de Dios cuenta con una esencia específica. Si deseamos crecer en Cristo, es
fundamental saber cual es dicha esencia, es tan fundamental que usaremos dos
entradas para ahondar en este tema.
¿Qué significa la palabra “esencia”?
La definición del diccionario
sobre esencia nos dice que es como la cualidad más pura de algo, la
característica principal o fundamental de una cosa. Conocer la esencia de
una cosa determina la manera en que lidiamos con ella.
Reflexionemos sobre una naranja
Digamos que no sabemos lo que es una
naranja. Podemos ver que su forma es circular, de color naranja y de una
textura casi semisuave. Podemos jugar con ella ya que se asemeja mucho a una
pelota de juguete. O quizás, la exhibamos, pues admiramos su bello color.
Aunque hacer todo esto está bien, no le sacaríamos el mejor provecho a la
naranja.
Sin embargo, cuando partimos la naranja—
¡ahora sí!—la parte interna muestra los gajos suaves y comestibles. Descubrimos
que la esencia de la naranja se encuentra en el efecto nutritivo de la fruta en
el jugo. Ahora que ya sabemos esto, contemplamos a la naranja de forma distinta
que cuando solamente la conocíamos por su apariencia externa. Ya no nos
interesa mucho jugar con ella o exhibirla. Ahora lo que queremos es comérnosla
o hacerla jugo para disfrutar su esencia. Así es como obtenemos el beneficio
pleno de la naranja.
Reflexionemos sobre la Biblia
Al observar la parte “externa” de la
Biblia, ¿Qué es lo que observamos? Quizás nos parezca observar una recopilación
de historias interesantes, un libro de buenos principios y buena ética, un
manual de prácticas religiosas o una fuente de enseñanza doctrinal. Pero cuando
lidiamos con la Biblia como un libro de historias o como un tipo de manual, no
obtenemos el beneficio pleno de ella.
¿Por qué no?
Nos falta la esencia, el elemento
crucial de la Biblia, lo que realmente es.
¿Cuál es la esencia de la Biblia?
La respuesta se encuentra en 2 Timoteo
3:16: “Toda la Escritura es dada por el aliento de Dios”.
Este versículo no dice que toda la
Escritura es ordenada por Dios o determinada por Dios. Dice que toda la
Escritura es el aliento de Dios. El aliento como ya sabemos, está
relacionado a nuestro vivir y es necesario para nuestro vivir. De tal manera
que la Escritura, el aliento de Dios tiene que ver con nuestro recibir vida de
Dios.
Veamos que dice la nota 2 de 2 Timoteo
3:16 en la Versión Recobro acerca de las palabras el aliento de Dios:
“Esto indica que la Escritura, la
palabra de Dios, es el aliento que sale de Su boca. El hablar de Dios es su
exhalación. Por lo tanto, Su palabra es Espíritu (Jn. 6:63), o aliento. Así
que, la Escritura es la corporificación de Dios el Espíritu. El Espíritu es,
por lo tanto, la esencia misma, la substancia, de la Escritura…”
Ahora vayamos a Juan 6:63: “El Espíritu
es el que da vida; la carne para nada aprovecha; las palabras que Yo os he
hablado son espíritu y son vida”. Dado que la Escritura es el aliento de
Dios, Su Palabra es Espíritu. Y el Espíritu es el que da vida; por lo tanto, la
esencia de la Escritura es el Espíritu que da vida.
La vida y que es lo que da vida
Así como con la naranja, no es
suficiente conocer la Biblia sólo por su apariencia externa. Cuando prestamos
mayor atención a lo “externo” de este libro, podemos manejarla mal y pasarnos
por desapercibido la vida contenida en la Biblia.
No obstante, Dios desea que tengamos Su
vida y la tengamos en abundancia (Juan 10:10). Así que el punto más importante
que debemos obtener de la Biblia es la vida. El aliento de Dios, el
Espíritu de Dios, dan vida. Las buenas enseñanzas no nos pueden dar vida. La
ética no nos puede dar vida. Sólo el Espíritu nos puede dar vida, y este
Espíritu es la esencia de la Biblia.
Si acudimos a la Biblia meramente en
búsqueda de ética o enseñanza cristiana, pasaremos por alto la esencia de la
Biblia. Pasaremos por alto la vida.
Pero si nos damos cuenta que el Espíritu
es la esencia de la Biblia, nuestra manera de ver cambiará. Acudiremos al
Espíritu en la Palabra, y el Espíritu nos dará vida. Esta vida, quien es Dios
mismo, nos refresca, vivifica, alimenta y causa que crezcamos en Cristo.
Ya explicamos lo importante que es saber
que la esencia de la Biblia es el Espíritu. Puesto que solamente el
Espíritu es el que da vida, y si deseamos obtener vida por medio de las
Escrituras es necesario que contactemos al Espíritu contenido en la palabra de
Dios. Al recibir la vida, creceremos en Cristo.
¿De qué manera podemos obtener vida de
las Escrituras?
Anteriormente, nos enfocamos en la
primera parte de la nota de 2 Timoteo 3:16 respecto a “dada por el aliento de
Dios”. Ahora, enfoquémonos en la segunda parte de esta nota a fin de ver cómo
podemos contactar el Espíritu en la palabra de Dios:
“Esto indica que la Escritura, la
palabra de Dios, es el aliento que sale de Su boca. El hablar de Dios es Su
exhalación. Por lo tanto, Su palabra es Espíritu (Juan 6:63), o aliento. Así
que, la Escritura es la corporificación de Dios el Espíritu. El Espíritu es,
por lo tanto, la esencia misma, la sustancia, de la Escritura, así como el
fósforo es la sustancia esencial de los cerillos. Debemos encender el Espíritu
de la Escritura al contactarla con nuestro espíritu para obtener el fuego
divino”.
Así que, para recibir vida de la Biblia
debemos “encender el Espíritu de la Escritura al contactarla con nuestro
espíritu para obtener el fuego divino”.
Un cerillo y la superficie adecuada
Para poder entender la analogía descrita
en la nota, permítanme un momento para explicar la función de un cerillo.
La cabeza de un cerillo está hecha con
fósforo. Cuando el cerillo se pone en contacto con una superficie áspera, el
calor de la fricción enciende este reactivo químico elevado. Supongamos que
encendemos el cerillo en un suéter suave, hierba o botella de plástico —no pasa
nada, pues no son el tipo de superficie adecuada. Pero cuando lo encendemos en una
piedra granulosa, el cerillo inmediatamente se encenderá y convertirá en fuego.
Así que para comenzar el fuego, es
necesario tener dos cosas: el cerillo y la superficie adecuada para encenderlo.
El Espíritu y nuestro espíritu
Para obtener el fuego divino escondido
en la palabra de Dios, también dos cosas son necesarias: la Biblia que está
fuera de nosotros y nuestro espíritu humano que está dentro de nosotros.
Si acudimos a la palabra de Dios
ejercitando solamente nuestra mente analítica o nuestras emociones
inconstantes, perderemos la oportunidad de obtener el Espíritu contenido en la
Palabra de Dios y no habrá incendio, no habrá fuego. A fin de que el
incendio ocurra, las Escrituras deben encender sobre la superficie adecuada.
Nuestro espíritu humano es la superficie adecuada.
Si usamos nuestro espíritu humano como
la superficie adecuada para encender el Espíritu de la Escritura, el Espíritu
nos dará vida.
Pero, ¿cómo ejercitamos o usamos nuestro
espíritu para contactar al espíritu en la palabra de Dios?
Una de las maneras: la oración.
Físicamente hablando, la mejor manera de
ejercitar nuestros pies es caminar. Espiritualmente hablando, la mejor manera
de ejercitar nuestro espíritu es orar. Mientras leemos con
oración la palabra de Dios escrita, usamos nuestro espíritu y
“encendemos”, o tenemos contacto con el Espíritu en la Escritura.
Aún antes de comenzar a leer, podemos
hacer una pequeña oración como esta: “Señor Jesús, deseo tocar Tu espíritu en
Tu palabra. Señor, no solamente quiero leer las palabras impresas en blanco y
negro, quiero recibirte como vida”. Orar de esta manera marca una gran
diferencia mientras aprendemos a ejercitar nuestro espíritu cuando acudimos a
la Biblia.
Entonces, cuando leemos Su palabra,
podemos seguir orando usando las palabras de las Escrituras. Podemos hacer que
estas palabras se conviertan en nuestra oración, agradeciéndole al Señor por
ellas y aún tener comunión con Él acerca de ellas.
Un ejemplo
Tomemos como ejemplo Juan 10:11, que
dice: “Yo soy el buen Pastor; el buen Pastor pone Su vida por las ovejas”.
Podemos orar con la palabra de Dios de
esta manera: “Señor Jesús, Te alabo, pues eres mi Pastor. Aún para Tus ovejas,
eres nuestro buen Pastor. Gracias Señor que soy una de Tus ovejas. Gracias por
poner Tu vida por mi”.
En otras palabras, podemos orarle al
Señor usando Sus palabras en nuestra oración, las palabras contenidas en la
Biblia. Al orar Sus palabras, contactamos el Espíritu en la palabra de Dios.
Esto logra que la palabra de Dios nos transmita el Espíritu que nos da vida.
Experimentamos Juan 6:63, las palabras habladas por nuestro Señor llegan a ser
espíritu y vida para nosotros. Esta vida alimenta a nuestro espíritu, satisface
nuestra hambre interior por Dios y riega nuestra alma sedienta. De igual manera
como un niño crece físicamente al ser alimentado, nosotros experimentamos el
crecimiento en nuestra vida cristiana al ser alimentados por el Espíritu en la
palabra de Dios.
Conocer la esencia y ejercitar nuestro
espíritu humano con la palabra de Dios
Conocer que el Espíritu es la esencia
de la Biblia revolucionará la manera en que lidiamos con la palabra de
Dios. Ya no lidiaremos con la palabra de Dios sencillamente como si fuera un
libro de enseñanzas o una guía externa que nos dice cómo debemos vivir. No acudiremos
a la palabra de Dios usando solamente nuestra mente. En lugar de eso,
ejercitaremos nuestro espíritu en la oración para contactar el Espíritu en la
palabra de Dios. Vendremos con la expectativa de recibir vida de la
palabra de Dios.
Que Dios los bendiga. Les invito a leer el blog hermano: elconocimientodelavidacristiana.blogspot.com Espero sus comentarios, sugerencias y preguntas.
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