Es muy importante que cada
creyente se haga esta pregunta. Sea que hayamos sido salvos recientemente o
tengamos tiempo de serlo, la respuesta a esta pregunta tiene una importancia
profunda para nuestra vida cristiana.
Esta entrada proporcionará alguna
ayuda práctica acerca del bautismo según la Palabra de Dios.
Nuestra
necesidad de ser bautizados
En Marcos 16:16 el Señor Jesús
dijo: “El que crea y sea bautizado, será salvo; mas el que no crea, será
condenado”.
Algo en lo que debemos estar
claros es que solamente creer en Cristo nos salva de ser condenados. En la
segunda parte del versículo podemos ver que no creer es el único asunto
mencionado en relación a ser condenado. Además, Juan 3:16 confirma este punto
al decir que “todo aquel que en Él cree, tenga vida eterna”.
De modo que podemos tener la
certeza de que si recibimos al Señor Jesús, somos un hijo de Dios.
Hemos sido salvos de ser condenados por Dios y nunca pereceremos.
Entonces, ¿qué significa la
primera parte de este versículo: “El que crea y sea bautizado, será salvo”? Si
creer es suficiente para salvarnos de ser condenados, ¿por qué se menciona el
bautismo?
El
significado de ser “salvos”
Como creyentes, a menudo pensamos
que una persona que ha sido salva es alguien que recibió al Señor Jesús y es
salva de ser condenada eternamente. Ciertamente, esto es verdad, como
mencionamos anteriormente; sin embargo, hay un significado más completo de la
palabra “salvo” del que normalmente tenemos noción.
Probablemente, todos estemos de
acuerdo que es necesario que seamos salvos de muchas cosas. La cosa más obvia
es la condenación eterna. Sin embargo, después de creer, ¿qué hay respecto a
nuestra vida diaria? Hoy en día, Satanás utiliza muchas cosas que intentan
atrapar a los cristianos, aun sabiendo que nuestro destino eterno está seguro.
Él utiliza cosas como el mundo y nuestra vieja manera de vivir a fin de
sobrecargarnos y distraernos de ir en pos de Cristo. De modo que, ¿qué debemos
hacer? ¿De qué manera podemos escapar estas cosas? Es claro que necesitamos ser
salvos de más que de la condenación eterna.
Las buenas nuevas son que la
salvación completa que Dios efectúa encierra mucho más que el no perecer
eternamente.
Dios en Su sabiduría ordenó el
bautismo como el segundo paso en una salvación maravillosa y plena a fin de
tratar con las cosas de las cuales ahora debemos ser salvos.
Delante
de Dios y los hombres
Creer es algo interno y
escondido. Cuando Dios ve nuestra fe, Él nos justifica e imparte Su vida en
nosotros. Ya no estamos condenados por Dios y somos engendrados con Su vida
divina para ser Sus hijos. Cuando creemos somos salvos delante Dios.
No obstante, las personas que nos
rodean no pueden ver esto y quizás crean que todavía somos como ellos. De
hecho, el mundo intenta aferrarse a nosotros de modo que no solamente
necesitamos ser salvos ante Dios, también necesitamos ser salvos ante los
hombres. Necesitamos ser separados del mundo.
Creer nos salva de la condenación
y el bautismo pone fin al mundo que se aferra a nosotros. Éste entierra nuestra
vida pasada y nos libera del mundo que nos enreda.
Un cuadro
de un aspecto de la salvación: la Pascua
Podemos mostrar estos dos aspectos
de la salvación con la historia de los hijos de Israel en Éxodo 12—14. En 1
Corintios 10:6 Pablo dice que lo que sucedió con ellos es un ejemplo para
nosotros los creyentes en la actualidad.
Los israelitas fueron
esclavizados en Egipto, y en su miseria clamaron a Dios. Dios los escuchó y
envió muchas plagas a los egipcios, inclusive una última: la plaga de la muerte
del primogénito. Para ser salvos de esta muerte, los israelitas tenían que
sacrificar un cordero, el cual es una figura de Cristo como el Cordero de Dios
quien se sacrificó por nosotros, y aplicar la sangre del cordero en los postes
y el dintel de la puerta de sus casas. Cuando Dios veía la sangre del cordero
en una casa, Él pasaba esa casa y el primogénito en ella era salvo de la
destrucción. Al quedarse en sus casas bajo la sangre del cordero, los
israelitas escaparon de la condenación de Dios.
En la actualidad, tenemos a
Cristo como el verdadero Cordero de Dios quien murió para que fuésemos
redimidos. Cuando aplicamos Su sangre y creemos en Él, somos salvos del juicio
eterno de Dios que cae sobre la humanidad pecaminosa. Si usted nunca ha
recibido a Cristo como su Salvador, puede hacer esta sencilla oración: “Señor
Jesús. Gracias por venir a esta tierra para ser el Cordero de Dios y quitar
todos mis pecados. Gracias por derramar Tu sangre por mí. Te recibo como mi
Salvador y mi vida. Perdona todos mis pecados y límpiame con Tu sangre
preciosa. Entra en mí ahora mismo. Amén”.
Si hicimos esta oración podemos
tener la certeza de que hemos sido redimidos, nuestros pecados han sido
perdonados, tenemos vida eterna y somos un hijo de Dios. ¡Alabado sea el Señor!
Sin embargo, Dios no se detuvo
con la Pascua. Él no dejó a los hijos de Israel como esclavos en Egipto
Éxodo 12:51 dice: “Y en aquel
mismo día sacó Jehová a los hijos de Israel de la tierra de Egipto por sus
ejércitos”.
Pero, ¿cómo los sacó Dios de la
tierra de Egipto?
Un cuadro
de otro aspecto de la salvación: cruzar el mar Rojo
Aunque los israelitas escaparon
la condenación de Dios de muerte por medio del cordero pascual, el problema
inicial seguía presente: estaban todavía en Egipto bajo la tiranía de Faraón. A
fin de ser salvos de esa tiranía, era necesario que tuvieran un éxodo de
Egipto.
Para que pudieran ser salvos del
Faraón y de Egipto, Dios guió a los israelitas fuera de Egipto llevándolos a
propósito por el mar Rojo. Faraón y su ejército los persiguieron hasta que los
hijos de Israel estuvieron acorralados entre el ejército de Faraón y el mar
Rojo, aparentemente sin salida. No obstante, Dios le dijo a Moisés que
extendiera su mano sobre las aguas y las aguas se dividieron. Los israelitas
entonces cruzaron hacia el otro lado del mar por tierra seca.
Cuando todos cruzaron, Moisés
extendió su mano una vez más sobre el mar y las aguas se juntaron, sepultando
al ejército de Egipto que los perseguía. De esta manera, los hijos de Israel
fueron separados de Egipto y el poder de Faraón sobre ellos fue derrocado.
Esta historia sobre los hijos de
Israel nos muestra de manera vívida por qué debemos ser bautizados una vez que
recibimos a Cristo. Aunque el Señor nos redimió y lo recibimos como nuestro
Salvador y nuestra vida, algo nos retiene. No somos tan libres de disfrutar
nuestra salvación como pensábamos; no somos tan libres de nuestra vieja manera
de vivir o enredos mundanos como esperábamos.
Estos sentimientos indican que es
necesario que también nosotros tengamos un éxodo, pues nos muestran cuán
conscientes estamos de nuestra necesidad de escapar del mundo, representado por
Egipto, y de la tiranía de Satanás, representado por Faraón. No obstante,
“Faraón” no está satisfecho de renunciar a sus esclavos así que nos persigue
aún después de haber sido redimidos para llevarnos nuevamente al mundo. Así
que, ¿de qué manera podemos escapar?
Un bautismo adecuado ofrece una
línea de separación entre nosotros y el mundo, de la misma manera que el mar
Rojo separó a los hijos de Israel de Egipto. El bautismo nos libera de la
tiranía que Satanás tiene sobre nosotros. Cuando somos bautizados, él y su
ejército quedan sepultados en las aguas del bautismo. Ya no pueden aferrarse a
nosotros y estamos seguros en el “otro lado”, libres de la esclavitud de
Satanás y somos capaces de seguir al Señor Jesús sin estorbos.
¿Cuándo
debemos ser bautizados?
La respuesta más simple a la
pregunta de cuándo debemos ser bautizados es, ahora. Si una persona recibe a
Cristo como su Salvador, entonces según la Palabra de Dios, nunca es demasiado
temprano para ser bautizado.
El Nuevo Testamento registra dos
ejemplos excelentes de nuevos creyentes siendo bautizados inmediatamente
después de haber recibido al Señor.
El eunuco
etíope en Hechos 8
El Señor le dijo a Felipe que le
hablara a un eunuco etíope, quien recibió el evangelio con gozo. Mientras iban
por el camino, llegaron a un lugar donde había agua. El eunuco le dijo a
Felipe: “Aquí hay agua; ¿qué impide que yo sea bautizado?” (v.36)
Felipe simplemente le respondió:
“Si crees de todo corazón, serás salvo”. El eunuco declaró que creía que
Jesucristo es el Hijo de Dios y procedió a ser bautizado”. (v. 38)
Felipe solamente expresó un solo
requisito para que el eunuco etíope fuese bautizado: que creyera en el Señor.
Felipe no requería que el hombre tomara una clase, que aprendiera sobre
prácticas cristianas o que fuera salvo por cierto periodo de tiempo. Más bien,
una vez que el hombre declaró su fe, Felipe lo bautizó.
El
carcelero de Filipos en Hechos 16
Los apóstoles Pablo y Silas,
después de haber sido golpeados y encarcelados por predicar a Cristo, estaban
en prisión a medianoche cantando himnos de alabanza a Dios. Mientras ellos
cantaban, un terremoto sacudió los cimientos de la cárcel y las cadenas de
todos los prisioneros se soltaron, lo cual les daba la oportunidad de escapar.
La fuga de los prisioneros
hubiera significado la ejecución del carcelero. Debido a que el carcelero pensó
que todos habían huido, éste se iba a matar. No obstante, Pablo lo detuvo y le
hizo saber que todos estaban allí.
Bajo tales circunstancias, el
carcelero les dijo a los apóstoles: “¿qué debo hacer para ser salvo?” (v. 30).
Los apóstoles simplemente le respondieron: “Cree en el Señor Jesús, y serás
salvo, tú y tu casa” (v. 31).
Los apóstoles entonces le
hablaron la Palabra a él y a todos los que estaban en su casa, y el carcelero
lavó sus heridas. Después de haber recibido la Palabra y creído en Dios con
todos los que estaban en su casa, “en seguida se bautizó él con todos los
suyos” (v. 33).
En estos dos casos podemos ver
que no es necesario esperar a estar “listos” para ser bautizados. Estamos
listos cuando creemos. Nada nos hará más dignos o menos dignos de entrar en el
agua del bautismo. Solamente hay un requisito en la Palabra de Dios para ser
bautizados: creer en el Señor Jesús.
No deje
pasar la oportunidad
Sea que haya creído en el Señor
hace bastante tiempo o que sea recién salvo, eso no importa. Del mismo modo que
no es demasiado temprano para que una personas sea bautizada, tampoco es
demasiado tarde. Si usted ha creído en Cristo, pero no ha sido bautizado, no
deje pasar la oportunidad.
Si este es su caso, por favor,
tome unos instantes para orarle al Señor respecto a su necesidad de ser
bautizado:
“Señor Jesús, gracias por
mostrarme mi necesidad de ser bautizado. Señor, no solamente quiero ser salvo
interiormente al haber recibido Tu vida. También quiero ser salvo exteriormente
de Satanás y del mundo, los cuales me impiden seguirte libremente. Señor,
muéstrame cómo debo llevar a cabo este paso importante de ser bautizado. Amén”